martes, 31 de enero de 2012

Nota con Ricardo Iorio (Revista de El Teatro Bar)



Tierra adentro

En uno de los recitales de Almafuerte en la sala Ópera de El Teatro Bar, hablamos con Ricardo Iorio. En estas líneas tratamos de conocer un poco más sobre el último mohicano del heavy metal nacional.

Hablar de la banda de rock pesado Almafuerte es hablar de Ricardo Iorio.
A veces, la imagen que se tiene de las personas son piezas desordenadas escupidas en el suelo del tiempo, mientras la gente las pisa indiferente y se indigna del hecho de que el rompecabezas no este armado. No será el que escribe quien arme el rompecabezas, acaso todo rompecabezas sea imaginario.
Lo que parece más real cuando abundan máscaras y malabarismos vacíos es lo que uno siente. Ricardo es el nene que viajaba con su madre quien lo llevaba a vacunarse, en un colectivo que pasaba a unas veinte cuadras de su casa. Allí en una pérdida calle de tierra, por la ventanilla, de pronto ve a un amanecido rockero subido a una moto con la guitarra al hombro y dice: “Cuando sea un hombre voy a ser así”.
La elección de su destino es el orgullo que le corre en las venas a lo largo de su vida. Es la libertad de ese deseo niño que ahueca en la soledad: “Mis padres diciéndome: ´Anda a la fábrica, sos un estúpido, con la guitarrita no vas a llegar a ningún lado`.
El laburo pesado y el afecto rudo que sin saberlo gestan una rebeldía llena de pruebas por superar, un bajo nuevo y patriarcal que es una devolución al esfuerzo de las circunstancias y un punto de partida. Mientras tanto, el pecho se seguía inflando y la cabeza miraba su horizonte, avanzando con botas sucias pero propias, entre una niebla que todavía le impide encontrarse, más no buscarse.
José Larralde es una referencia arraigada fuertemente en Iorio, pero, ¿Por qué en la escucha de la casa familiar sentía rechazo hacia el gran folclorista? La respuesta es anacrónica y cambia el ritmo, pero precisa.

Un día entré a un bar de SADAIC (Sociedad Argentina de Autores y Compositores) y un hombre me dice:
-      Pibe, ¿te gusta el tango?
Le dije que no.
-      Quédate tranquilo, que el tango te espera.

Larralde lo esperaría con esa descripción del paisaje bonaerense, con esa distancia de la llanura que se hace pensamiento y sentir, de la vida rural, del hombre y la naturaleza, del amor y el cielo, de la inmensidad de los campos que marcan una huella siempre presente en la agonía  del vivir.
En esas tierras áridas nace la raíz de la patria del puño cerrado de Iorio.
“Una vez alguien me pregunto sobre la patria; y yo le respondí: La patria es saber el nombre del árbol que esta en la puerta de mi casa y el nombre del pájaro que viene a cantar todos los días.”
Como dice Larralde: “No sé de donde he sacado que es cosa buena / saber que tierra se anda pisando”.
Luego de ser uno de los exponentes más importantes del heavy metal nacional con V8 y Hermética, Ricardo Iorio decide refundarse a partir de su esencia y forma Almafuerte junto al guitarrista Claudio Marciello.

Almafuerte


 Pedro Bonifacio Palacios nació en 1854 y murió en 1917 y era el hombre detrás del pseudónimo: Almafuerte. Hijo de las desgracias familiares, muertes y abandonos signaron al poeta. Su pasión por la docencia y las letras lo llevaron a peregrinar con su soledad a cuesta por el interior de la provincia de Buenos Aires.
Quien mejor que Borges para darnos una pincelada sobre su obra: “Como todo poeta instintivo, nos ha dejado los peores versos que cabe imaginar, pero también, alguna vez, los mejores”.
Rubén Darío nos lo presenta en un artículo:
"No lo he visto nunca. No lo conozco personalmente. He preguntado por él a algunos que lo conocen. En resumen, me han hablado de un misántropo, o más bien de un loco. En efecto: dicen que es un hombre que huye de las exhibiciones, del trato de las gentes", de las mascaradas elegantes y de los círculos melosos. Que no ocupa un puesto digno de su talento porque sufre la anquilosis moral que le impide inclinar el espinazo delante de nadie; que se ha aislado, enemigo de las hipocresías ciudadanas; que se ha dedicado al cultivo intelectual de los niños, es maestro de una escuela de tierra adentro; que su carácter es bravío y acerado; que adora sus ideales con un hondo fervor; que ama a los pobres y a los pequeños, y que tiene la fe de su fuerza y el orgullo viril de su talento. No hay duda: loco, loco de remate.”
Su verso más conocido “no te des vencido ni aún vencido”, quizás haya sido para Ricardo, en momentos de incertidumbre, un pedazo de tierra para apoyar bien fuerte los pies.

Masticaste soledad
por no callar verdades
y contra la ignorancia guerreaste
sin títulos que te respalden.
Esta canción quiere tu nombre llevarse
como se lleva mi voz,
para que guarde quien siente.
Fue por querer,
y por si alguno no sabe
que hice mío tu nombre, Almafuerte.

En el orgullo nacional de la moral herida, en la miseria ante el mundo, la soledad de un misionero fatal que ante Jesucristo proclama el poeta Almafuerte: “Como hombre, eres sublime. / Pequeño, como Dios!”.
¿Cómo contener esa rebeldía ante la vida que acerca a Iorio al misterio de la fe, como el hombre que se acerca a la naturaleza? ¿Cómo no herirse en el decir y en el querer, en la necesidad espiritual del creer ante la rudeza de un mundo, que como diría el gran Discépolo, “es sordo y es mudo” ante su versión de la angustia del hombre?

La tierra y la lengua


 La raíz de la patria es una brújula que a veces se desorienta en el decir de Iorio, cuya lengua ruda puede disparar un autoritarismo peligroso que se empantana.
Nicolás Chauvin era un soldado francés que sirvió a Napoleón con un esmero y lealtad desmedida. Su ciega devoción y su idealismo ultranacionalista derrotados fueron objeto de burlas tras la caída napoleónica. De una obra de teatro proviene el término chauvinismo, que es usado para describir formas ultranacionalistas exageradas que promueven formas discriminatorias.
La historia sirve para demostrar que el orgullo herido del derrotado, el resentimiento de aquel soldado herido fatalmente en las guerras, las palabras que como flechas escupen el fuego de la discriminación, no deben ser minimizados. Deben ser escuchados y discutidos en busca de una empatia y una refutación, o al menos la intención de que exista la posibilidad de un puente. La naturalización de la palabra que hiere en el cotidiano decir de la calle, en cualquier ámbito de nuestras vidas, es un desafío constante para todos.
Esta es una versión de Iorio que aleja, pero que forma parte de su idiosincrasia personal cuya riqueza en matices es muy interesante. Para Iorio la patria también es el árbol y el pájaro; el padre y el hijo; el abrazo amigo en las malas; la fraternidad del trabajo digno, la defensa del trabajador rural y urbano; el corazón que se infla tierra adentro; el orgullo de los pueblos originarios, la bandera como símbolo de un pueblo que hace un país y no de instituciones, Güemes, San Martín y Perón entre otros.

El peregrino de negro


 La mirada de Iorio tiene una fiereza cansada, pero que siempre esta dispuesta a dar batalla, de ausencias lejanas en los ojos profundos, que lo esconden al hablar. En la mirada silente se adivina la fraternidad con el Tano, en la risa abrupta el desprecio que no puede contener; en la expresión del chiste áspero la percepción del oído que merodea.
La contundencia de la palabra y la música de Almafuerte encuentran el impacto en su público: en la soledad de la marginalidad, en la fuerza de la rebeldía ante los moldes que la sociedad impone, en la fatiga incesante del laburante, ante el rechazo a la otredad musical y en la fuerza de un sonido tan fuerte como la bronca contenida y el deseo de querer. Porque aunque las apariencias engañen a algunos, hay en las letras de Almafuerte un paralelismo entre la idea de amor (sea a la patria, a Cristo, a los sueños, a la mujer querida, a las pasiones); y también la idea de un grito ante lo que se rechaza (la deslealtad, a la injusticia social, el endiosamiento a los mercaderes musicales, a la mirada del otro que etiqueta, a la gilada).
Lo interesante de Iorio es que sus prejuicios y contradicciones saltan a la luz con la desmesura del que no se calla nada. Se puede estar de acuerdo o no, pero se expone a la arena de la discusión lo que piensa, su palabra retumba y obliga a que cada uno al escucharla se mire para adentro y mire para afuera.
De adentro hacia afuera sale la fuerza de la canción “Se vos” que llega a las entrañas de quienes lo siguen, buscando su propio destino porque “ser uno es ganar”; quienes van a verlos dicen a la par: “Soy metalero por propia decisión, no me rompa las bolas oficial”; el “orgullo nativo” de “Sentir indiano”, el estigma de la guerra de Malvinas en “El visitante”; la idea del orgullo de uno, herido con la mirada de los fiscales del Universo: “mostrar que soy quien quise ser”; la trágica historia de “El Pibe tigre”, un changarín laburante que sufre la injusticia de los humillados hasta la muerte; de los códigos del sobrevivir del “Niño jefe” y del sufrimiento al costado de todo de “Sirva otra vuelta pulpero”, que se siente en los barrios pobres del día a día y que marca para toda la vida, a los que quedan en el camino y a los que siguen andando.
Para Iorio hay un exilio elegido en estos tiempos, en la distancia de su lejanía en Sierra de la Ventana, en donde vive. Ese lugar que empezó a ser suyo cuando se lo prometió a sí mismo de niño; que laburo y sufrió más de lo que se puede saber para llegar a donde esta. Qué sin prisa pero en la cosecha de su silencio interior va a avanzando a su tiempo, con el material para un nuevo disco de Almafuerte.
La potencia de la música craneada por el Tano Marciello (hombre generoso y noble, de distintivas virtudes musicales) y la maza directa de las palabras de Iorio, que nacen del sentimiento, del conocimiento de contextos de emergencia que se describen en la necesidad de superarse, son la esencia de Almafuerte. Con la fuerza de las frases que pegan en el centro, con la fuerza del metal sentido y recorrido, de la rocosa sinceridad que martilla asentimientos en la identificación intuitiva y en la resistencia, en este misterio lleno de piedras y ansias que llaman vida.

Gracias a Facundo Hernán y Mechi Bidart por sus fotografías.

martes, 10 de enero de 2012

Entrevista a Morena Leza (Revista El Teatro Bar)


Una luz en el aire




Morena es una mujer de magia blanca que se brinda en su voz, se nos da como el viento suave de verano que nos acaricia en la cara. Su formación musical comenzó desde que fue concebida. De los primeros años de vida se adueño misteriosamente de los tonos ambiente. A los 11 años ingreso al Coro de Niños del Teatro Argentino de La Plata, actuando a nivel local, nacional e internacional interpretando Óperas y Conciertos Sinfónicos Corales.
Ese mundo estuvo lleno de nuevos descubrimientos para ella, de la música con otros, los secretos de las bambalinas,  las exigencias de la precisión, la aparición en escena del público, los contrastes y un sentir propio que marcaría su vida.

El primer desafío

A los doce años, en un ensayo general, encontraría la revelación del instrumento que la acompañaría: el violoncello. Su fascinación por el cello se fue acompañando lentamente de un desafío personal: sacar al violoncello de los ámbitos tradicionales de la música clásica y ensamblarlo en otro tipo de formaciones y repertorios más cercanos a su alma, a sus sonidos personales.

A los 17 años empieza a estudiar el instrumento en el Conservatorio Gilardo Gilardi de la ciudad de La Plata. Su formación se fue profundizando con el placer compartido, integró coros, dúos, orquestas, grupos y ensambles. Su curiosidad permanente también la acerca a los estudios en Sociología e Historia del Arte Visual, además de desarrollar paralelamente otra de sus pasiones: las artes plásticas.
Profundiza sus estudios del cello con el maestro Jorge Almerares, quien la becaría desde la primera clase y le regala un arco hermoso que todavía conserva. En ese diálogo, Morena se reencuentra en profundidad con el instrumento y agradece la generosidad de su maestro regalándole algunos cuadros de su autoría y restaurando algunos cuadros antiguos.
Su transplante del cello a esa música popular y del mundo, que han hecho nido en sus oídos, tiene sus obstáculos en busca de la realización de su don personal: comunicarse a través de su música. El maestro se rehúsa a ese cambio de dirección del instrumento, la soledad del camino imaginado, las afinidades y las vicisitudes del eco en los colegas, el arte de la palabra musicalizada. A veces la vida tiene sus momentos y como dice Cerati: “poder decir adiós es crecer”.

La vida y sus actos; el silbido golondrino de las desgracias y los diablos; el horizonte del alma que late hasta casi desfallecer; el encuentro entre las miradas y el mameluco del mágico instante; el trabajo y el idealismo arcano que se sostiene leve pero siempre presente.


De los otros a uno, de uno a los otros


Luego de un itinerario tan rico como diverso que incluye música latinoamericana; folclore árabe andaluz, jazz fusión; Beethoven; Gershwin y tantos otros; Morena decide formar, junto a Juan Pastrana en guitarra y Diego Sánchez en percusión, “Morena Leza Música porque sí”.
Las interpretaciones de Morena son diversas, en su cello y su voz se adivina la complicidad y la caricia, de poetas y compositores que llenan su alma; su cantar no es más que la imaginación de muchos puentes. En esos paisajes tan íntimos y compartidos nos encontramos con Violeta Parra, Tom Jobim, María Elena Walsh, Atahualpa Yupanqui, Cesaria Evora, Luca Prodan y tantos otros.
Cada canción es una historia que Morena comparte con su público, traduciendo fragmentos de letras de otros idiomas, o deteniéndose en un verso que predispone al bienaventurado oyente a abrir el espíritu, a compartir los momentos de la vida en el arte de la música.
La música que elijo en mis shows es la misma que forjó mi sensibilidad poética y mi autoestima – nos dice Morena. Aquella música que a mi me hace bien, para poder transmitirla a otros con la intención de transformar la vida de estas personas, aunque sea un poquito o al menos intentarlo.
En esa danza de sonidos resplandece una voz que da vida a la memoria de aquellos que han sentido. Como en la canción "Les feuilles Mortes" (Jaques Prévert y Joseph Kosmá) que dice: "Y el mar borra sobre la arena / la huella de los amantes desunidos"
          
También la canción "Tomara" (de Vinicuis -Baden Powel), en donde la vida y el tiempo son presente: “A coisa máis divina que há no mundo é vivir cada segundo como nunca mais”
Desde las distancias y el amor, nos encontramos con "Mariposas de Madera" de Miguel Abuelo: “Mariposas de madera / yo te voy a regalar / a ver si te guardas algo
y no lo largas a volar!”.
La palabra hecha voz en Morena nos remite a “un sentido poético que hable de lo maravillosa que es la vida y de lo terrible que puede llegar a ser, pero siempre con un mensaje alentador y positivo”.
Como en “Danca da Solidao”, de Paulinho Da Viola: "Y a pesar de todo existe / una fuente de agua pura / y quién beba de aquella agua / no sentirá más amargura”

Morena y el público. “Morena porque sí!”.

Todo este repertorio maravilloso – nos cuenta Morena “desea que las nuevas generaciones puedan conocer estas letras, palabras, músicas, para que no se pierdan, para que queden en el pueblo y no en unos pocos o en el snobismo”.



Su relación con el público es tan importante como las sensaciones internas que la llevan a cantar, o como aquellas miradas imaginadas que nos sienten como somos en verdad, en esa simple necesidad que todos tenemos de ser escuchados, de ser queridos.

“Pienso en el publico a la hora de elegir y embellecer las canciones; como lo hice al seleccionar entre mi repertorio "Té para trés " y su frase "No hay nada mejor que casa". Me importa transmitir un mensaje con la selección que hago del repertorio, los arreglos y con la interpretación. Me adueño de las canciones y de lo que significan; me brindo por completo y digo a través de ellas lo que pienso de la vida.
 
El año pasado grabé mi segundo disco "En Vivo porque si" y quise hacerlo en vivo porque mi intención era registrar con la mayor frescura posible lo que somos como músicos y como personas. Con aciertos y virtudes que implica la inmediatez, el directo y la imposibilidad de arreglar nada, a diferencia de grabar en un estudio donde uno puede manipular a su antojo lo que graba y editarlo mil veces.
Eso para mi es frío, no es la realidad. Soy como soy arriba de un escenario y creo que el público participa de esto, con su energía, su entrega y cariño. Se produce un feed back muy grato que me enorgullece. En mi disco hay  pifies y errores y quedaron plasmados porque sí, y me gustan porque forman parte de la humanidad de ese show. Soy de las personas que quieren entregarse por completo con transparencia y humildad, me gusta hacer canciones, disfruto de la respuesta del público y aspiro a seguir creciendo como persona porque si!

En 2011 Morena Leza fue invitada, junto a su grupo, al Festival de Niteroi, en Brasil. Una experiencia que la lleno de felicidad y la descubrió en ecos, en donde el fluir de la experiencia se hizo melodía, solidaridad, agradecimiento y querer.
El año próximo quizás venga con un nuevo disco; con la posibilidad siempre latente de composiciones propias que esperan su tiempo; con más cuadros; más días junto al crecer de su hijo Simón quien desde la panza lo acompaña en sus recitales y a quien se lo ve corretear lúdicamente en todos sus shows; con el crecimiento de la luz cálida de una gran artista.

Música porque sí, música vana,
Como la vana música del grillo,
Mi corazón eglógico y sencillo
Se ha despertado grillo esta mañana.

Morena ha hecho propios el sentir de estos versos de Conrado Nalé Roxlo, así como quien la va a escuchar, siente como propia, en alguno punto de luminoso contacto, su voz, el sonido de su cello y la esencia de su arte. 

Fotos: (Gentileza de Morena Leza)


domingo, 8 de enero de 2012

Entrevista a Marcelo Tano Marciello (Revista de El Teatro Bar)

Tano de fierro

Dice la leyenda que Iorio lo mando a buscar para que integrara Hermética, pero el que vino fue otro tano del Oeste, Antonio Romano. La confusión se terminó cuando finalmente se unieron para hacer Almafuerte, en una dupla que con respeto, fraternidad y conexión musical, se mantiene como la más importante del heavy metal nacional.


¿Cuál es tu primer recuerdo de tu acercamiento a la música?

Siempre tuve inquietud por la música, vengo de una familia de italianos, de la zona de Nápoles. De chiquito estaba acostumbrado a estar en reuniones familiares grandes, y ellos lo que hacían es lo que acá se llaman las coplas, allá ellos le llaman canzonetas napolitanas. Las canzonetas son cuentos de los pueblos que cuentan las cosechas del vino y demás, ellos se juntaban a hacer voces: uno se juntaba y hacía la primera voz, la segunda, la tercera y cantaban. Así que de chico me interesó mucho eso, y después a los 8 años vi por televisión a Oscar Alemann, en los Sábados circulares de Pipo Mancera, y de ahí… Siempre me había gustado la guitarra, pero cuando vi a ese hombre dije: “Me parece que lo mío va por este lado”. También jugaba muy bien al fútbol, jugaba de 7 y de 9, arriba, pero después llego Hendrix, llego Creedence, los Beatles y todo eso… y ahí empecé.

¿Cuándo empezaste a forjar tu propia identidad musical, tu propio sonido?

Desde pibe, lo que hacía eran mis canciones. Por ejemplo grabé un disco que se llamó Puesta en marcha, el primer disco que hice solista. En ese disco grabé canciones como Banderas rojas, Los años de plomo, esa música es de que cuando tenía 16, 17 años. El riff de Desde la carne, es un riff muy viejo, lo toqué con agrupaciones como Tronador o Reloj. Hasta que cuando nos juntamos con Ricardo empezamos a componer.


¿Cómo lo conoces a Ricardo?

A Ricardo lo conozco de un taller de un muchacho, que ahora sigue, que hace los equipos boggies. Un día fui porque me estaba armando un equipo a mí y resulta que cae Ricardo, porque en esa casa ensaya V8. Entonces Ricardo me dice: “A mí me dijeron de que vos tocas bien”. Después nos juntamos en el 95.

¿Qué crees que encontró él en vos para compartir el camino de la música, más allá de lo musical?

Creo que a pesar de que él ya era una persona pública, porque era muy conocido y se destacaba por sus letras (aunque tocó las canciones de él y son increíbles), después yo las arreglo de otra manera, eso ya inspiraba un cierto respeto y creo que a él le paso lo mismo. Porque creo que soy uno de los músicos más queridos que tuvo Ricardo al lado, él realmente me lo demuestra y a la gente realmente se lo demuestra. Nosotros somos de mirarnos y con una mirada decimos 10 o 20 palabras.

Del otro lado se ve eso…

Viste. Entonces no necesitamos llamarnos todos los días para decirnos que somos amigos. Por ahí no hablamos por un mes, cuando nos enganchamos nos decimos las cosas que nos tenemos que decir. Cuando pasa algo lo aclaramos en el momento. Hay un aprecio mutuo, cada uno como camarada. Yo lo aprecio a él como artista, no solamente como amigote o todo lo demás. Es un gran referente que tenemos en la nación y ojala que algún día pase, que en algún libro de la escuela haya una poesía de Ricardo Iorio. Él me demuestra cariño, respeto y siente que soy un buen músico y que soy un gran guitarrista. Además a lo largo de estos años, hemos podido hacer una dupla dentro del rock pesado metalero.

Eso genera una gran admiración en el público, un respeto ganado

Entonces empezamos a compartir las composiciones. Cuando hago una canción le dijo: Ricardo, acá tenes toda esta música. Yo no le voy a preguntar a él, si esta bien o esta mal lo que escribe.

¿Cómo son esos intercambios?

Grabó en mi casa, en un estudio chiquito que tengo, hago la música. Más o menos toco la batería, el bajo, la viola y tarareo una melodía y se lo doy a Beto, Bin y a Ricardo. Él lo que me pide son solos, él sabe de que en el estudio improviso también. Los solos quedan una vez que quedaron en el disco, ahora mismo en vivo los temas grabados los sigo improvisando porque aprendí a tocar la guitarra así. Improvisando, metiéndome con otro guitarrista, mejores y peores también quizás. Entonces hago las canciones y las reparto, viene Bin, grabamos, con una batería que tengo y eso es una preproducción.

¿Te acordás de alguna anécdota que a la gente tal vez le interese conocer de la banda?

Escúchame, un día estábamos grabando el disco Fondo blanco. Nosotros nos quedábamos en el estudio porque… te lo voy a decir, consumíamos muchas cosas… Voy a cumplir ahora 10 años de sobriedad, 10 años loco, contra 25 tóxicos en mi vida. Exploté, no dí más.  
Entonces habíamos terminado de grabar y nos quedábamos en el estudio hasta… las 8 de la mañana, escuchando los discos y fuerte para colmo! El chabón dueño del estudio, Álvaro, se iba a la mierda como diciendo: “A estos locos no los puedo parar”.
Saliendo del estudio, en un hall había una tele y vimos la pelea de Bonavena con Cassius Clay. Y estábamos con el riff (hace el sonido con la boca y marca el ritmo) y ese tema prácticamente lo armé en el estudio. Porque Fondo blanco fue muy cómico como salió, fue uno de los discos que más pego en la historia de Almafuerte, y eso disco lo terminamos de redondear en un bar a las 8 de la mañana, los dos solos mirándonos tomando menta con vodka al lado de SADAIC, con Rufino, y un montón de tangueros que estaban ahí.  

¿De qué hablaban en esas horas de la madrugada? ¿De qué te acordás?

De lo locos que estábamos y dijimos: “Vamos a meternos a grabar un disco”. Teníamos  “A vos amigo”, que iba a ser tema para “Iorio y Flavio 2”, y resulta que Flavio (Cinciarulo, bajista de los Cadillacs) no sé que pasaba, tardaba y tardaba y dijimos: “Loco vamos a entrar al estudio y grabar un disco”. Empezamos a terminar los temas adentro del estudio. Bueno, vimos la pelea de Bonavena y Ricardo estaba con que la letra esto, con que la letra lo otro y le dijo: “Loco, hacele la canción a Bonavena!”.
Porque era lo mismo que nos pasó a nosotros cuando metíamos 20 o 30 personas, se rompía el micro; llegábamos a nuestras casas sin un sope. Lo único que queríamos era que nuestras mujeres nos dijeran: “Hola, ¿cómo te va?”. Mugrientos, sin un mango y ese sacrificio que vimos en esa pelea, esa valentía. La letra empieza hablando de los pares, porque esta interpretando la lucha del tipo. “Yo y mis pares estamos acá para dar lo que hay que dar”.

Como decía Bonavena a  todos después de la pelea… “¿La guape no?”. Como diciendo: perdí, pero estoy tranquilo, porque la guape…

Si, la guapeó. Totalmente. Bueno, esa fue una anécdota musical, después hay millones… Una vez fuimos a tocar a Federación, Entre Ríos, te estoy hablando del año 95, viste que hay termas ahí. No son como las que están ahora, antes eran un agujero en el medio de la nada, salía un chorro de agua. Entonces llegamos a las 6 de la mañana, era el cumpleaños de Ricardo, junio, frío total; nos pusimos en calzoncillos y nos metimos adentro de las termas. El micro se fue, nosotros que habíamos dejado la ropa arriba del micro, salimos en calzones gritando: “Ehhh” Eran las 5 de la tarde y nosotros queríamos salir. Venían los jubilados, nos veían a nosotros y se iban a la mierda, decían: “Hay cuatro sidosos ahí, que se quieren curar” (Risas).

La humildad de un gran guitarrista que en un rato de su tiempo, luego del recital en la Sala Ópera de El Teatro Bar, nos habló de sus sensaciones y vivencias, además de contarnos algunas cosas de su andar con Almafuerte.


Gracias a Mechi Bidart por sus fotografías