martes, 31 de enero de 2012

Nota con Ricardo Iorio (Revista de El Teatro Bar)



Tierra adentro

En uno de los recitales de Almafuerte en la sala Ópera de El Teatro Bar, hablamos con Ricardo Iorio. En estas líneas tratamos de conocer un poco más sobre el último mohicano del heavy metal nacional.

Hablar de la banda de rock pesado Almafuerte es hablar de Ricardo Iorio.
A veces, la imagen que se tiene de las personas son piezas desordenadas escupidas en el suelo del tiempo, mientras la gente las pisa indiferente y se indigna del hecho de que el rompecabezas no este armado. No será el que escribe quien arme el rompecabezas, acaso todo rompecabezas sea imaginario.
Lo que parece más real cuando abundan máscaras y malabarismos vacíos es lo que uno siente. Ricardo es el nene que viajaba con su madre quien lo llevaba a vacunarse, en un colectivo que pasaba a unas veinte cuadras de su casa. Allí en una pérdida calle de tierra, por la ventanilla, de pronto ve a un amanecido rockero subido a una moto con la guitarra al hombro y dice: “Cuando sea un hombre voy a ser así”.
La elección de su destino es el orgullo que le corre en las venas a lo largo de su vida. Es la libertad de ese deseo niño que ahueca en la soledad: “Mis padres diciéndome: ´Anda a la fábrica, sos un estúpido, con la guitarrita no vas a llegar a ningún lado`.
El laburo pesado y el afecto rudo que sin saberlo gestan una rebeldía llena de pruebas por superar, un bajo nuevo y patriarcal que es una devolución al esfuerzo de las circunstancias y un punto de partida. Mientras tanto, el pecho se seguía inflando y la cabeza miraba su horizonte, avanzando con botas sucias pero propias, entre una niebla que todavía le impide encontrarse, más no buscarse.
José Larralde es una referencia arraigada fuertemente en Iorio, pero, ¿Por qué en la escucha de la casa familiar sentía rechazo hacia el gran folclorista? La respuesta es anacrónica y cambia el ritmo, pero precisa.

Un día entré a un bar de SADAIC (Sociedad Argentina de Autores y Compositores) y un hombre me dice:
-      Pibe, ¿te gusta el tango?
Le dije que no.
-      Quédate tranquilo, que el tango te espera.

Larralde lo esperaría con esa descripción del paisaje bonaerense, con esa distancia de la llanura que se hace pensamiento y sentir, de la vida rural, del hombre y la naturaleza, del amor y el cielo, de la inmensidad de los campos que marcan una huella siempre presente en la agonía  del vivir.
En esas tierras áridas nace la raíz de la patria del puño cerrado de Iorio.
“Una vez alguien me pregunto sobre la patria; y yo le respondí: La patria es saber el nombre del árbol que esta en la puerta de mi casa y el nombre del pájaro que viene a cantar todos los días.”
Como dice Larralde: “No sé de donde he sacado que es cosa buena / saber que tierra se anda pisando”.
Luego de ser uno de los exponentes más importantes del heavy metal nacional con V8 y Hermética, Ricardo Iorio decide refundarse a partir de su esencia y forma Almafuerte junto al guitarrista Claudio Marciello.

Almafuerte


 Pedro Bonifacio Palacios nació en 1854 y murió en 1917 y era el hombre detrás del pseudónimo: Almafuerte. Hijo de las desgracias familiares, muertes y abandonos signaron al poeta. Su pasión por la docencia y las letras lo llevaron a peregrinar con su soledad a cuesta por el interior de la provincia de Buenos Aires.
Quien mejor que Borges para darnos una pincelada sobre su obra: “Como todo poeta instintivo, nos ha dejado los peores versos que cabe imaginar, pero también, alguna vez, los mejores”.
Rubén Darío nos lo presenta en un artículo:
"No lo he visto nunca. No lo conozco personalmente. He preguntado por él a algunos que lo conocen. En resumen, me han hablado de un misántropo, o más bien de un loco. En efecto: dicen que es un hombre que huye de las exhibiciones, del trato de las gentes", de las mascaradas elegantes y de los círculos melosos. Que no ocupa un puesto digno de su talento porque sufre la anquilosis moral que le impide inclinar el espinazo delante de nadie; que se ha aislado, enemigo de las hipocresías ciudadanas; que se ha dedicado al cultivo intelectual de los niños, es maestro de una escuela de tierra adentro; que su carácter es bravío y acerado; que adora sus ideales con un hondo fervor; que ama a los pobres y a los pequeños, y que tiene la fe de su fuerza y el orgullo viril de su talento. No hay duda: loco, loco de remate.”
Su verso más conocido “no te des vencido ni aún vencido”, quizás haya sido para Ricardo, en momentos de incertidumbre, un pedazo de tierra para apoyar bien fuerte los pies.

Masticaste soledad
por no callar verdades
y contra la ignorancia guerreaste
sin títulos que te respalden.
Esta canción quiere tu nombre llevarse
como se lleva mi voz,
para que guarde quien siente.
Fue por querer,
y por si alguno no sabe
que hice mío tu nombre, Almafuerte.

En el orgullo nacional de la moral herida, en la miseria ante el mundo, la soledad de un misionero fatal que ante Jesucristo proclama el poeta Almafuerte: “Como hombre, eres sublime. / Pequeño, como Dios!”.
¿Cómo contener esa rebeldía ante la vida que acerca a Iorio al misterio de la fe, como el hombre que se acerca a la naturaleza? ¿Cómo no herirse en el decir y en el querer, en la necesidad espiritual del creer ante la rudeza de un mundo, que como diría el gran Discépolo, “es sordo y es mudo” ante su versión de la angustia del hombre?

La tierra y la lengua


 La raíz de la patria es una brújula que a veces se desorienta en el decir de Iorio, cuya lengua ruda puede disparar un autoritarismo peligroso que se empantana.
Nicolás Chauvin era un soldado francés que sirvió a Napoleón con un esmero y lealtad desmedida. Su ciega devoción y su idealismo ultranacionalista derrotados fueron objeto de burlas tras la caída napoleónica. De una obra de teatro proviene el término chauvinismo, que es usado para describir formas ultranacionalistas exageradas que promueven formas discriminatorias.
La historia sirve para demostrar que el orgullo herido del derrotado, el resentimiento de aquel soldado herido fatalmente en las guerras, las palabras que como flechas escupen el fuego de la discriminación, no deben ser minimizados. Deben ser escuchados y discutidos en busca de una empatia y una refutación, o al menos la intención de que exista la posibilidad de un puente. La naturalización de la palabra que hiere en el cotidiano decir de la calle, en cualquier ámbito de nuestras vidas, es un desafío constante para todos.
Esta es una versión de Iorio que aleja, pero que forma parte de su idiosincrasia personal cuya riqueza en matices es muy interesante. Para Iorio la patria también es el árbol y el pájaro; el padre y el hijo; el abrazo amigo en las malas; la fraternidad del trabajo digno, la defensa del trabajador rural y urbano; el corazón que se infla tierra adentro; el orgullo de los pueblos originarios, la bandera como símbolo de un pueblo que hace un país y no de instituciones, Güemes, San Martín y Perón entre otros.

El peregrino de negro


 La mirada de Iorio tiene una fiereza cansada, pero que siempre esta dispuesta a dar batalla, de ausencias lejanas en los ojos profundos, que lo esconden al hablar. En la mirada silente se adivina la fraternidad con el Tano, en la risa abrupta el desprecio que no puede contener; en la expresión del chiste áspero la percepción del oído que merodea.
La contundencia de la palabra y la música de Almafuerte encuentran el impacto en su público: en la soledad de la marginalidad, en la fuerza de la rebeldía ante los moldes que la sociedad impone, en la fatiga incesante del laburante, ante el rechazo a la otredad musical y en la fuerza de un sonido tan fuerte como la bronca contenida y el deseo de querer. Porque aunque las apariencias engañen a algunos, hay en las letras de Almafuerte un paralelismo entre la idea de amor (sea a la patria, a Cristo, a los sueños, a la mujer querida, a las pasiones); y también la idea de un grito ante lo que se rechaza (la deslealtad, a la injusticia social, el endiosamiento a los mercaderes musicales, a la mirada del otro que etiqueta, a la gilada).
Lo interesante de Iorio es que sus prejuicios y contradicciones saltan a la luz con la desmesura del que no se calla nada. Se puede estar de acuerdo o no, pero se expone a la arena de la discusión lo que piensa, su palabra retumba y obliga a que cada uno al escucharla se mire para adentro y mire para afuera.
De adentro hacia afuera sale la fuerza de la canción “Se vos” que llega a las entrañas de quienes lo siguen, buscando su propio destino porque “ser uno es ganar”; quienes van a verlos dicen a la par: “Soy metalero por propia decisión, no me rompa las bolas oficial”; el “orgullo nativo” de “Sentir indiano”, el estigma de la guerra de Malvinas en “El visitante”; la idea del orgullo de uno, herido con la mirada de los fiscales del Universo: “mostrar que soy quien quise ser”; la trágica historia de “El Pibe tigre”, un changarín laburante que sufre la injusticia de los humillados hasta la muerte; de los códigos del sobrevivir del “Niño jefe” y del sufrimiento al costado de todo de “Sirva otra vuelta pulpero”, que se siente en los barrios pobres del día a día y que marca para toda la vida, a los que quedan en el camino y a los que siguen andando.
Para Iorio hay un exilio elegido en estos tiempos, en la distancia de su lejanía en Sierra de la Ventana, en donde vive. Ese lugar que empezó a ser suyo cuando se lo prometió a sí mismo de niño; que laburo y sufrió más de lo que se puede saber para llegar a donde esta. Qué sin prisa pero en la cosecha de su silencio interior va a avanzando a su tiempo, con el material para un nuevo disco de Almafuerte.
La potencia de la música craneada por el Tano Marciello (hombre generoso y noble, de distintivas virtudes musicales) y la maza directa de las palabras de Iorio, que nacen del sentimiento, del conocimiento de contextos de emergencia que se describen en la necesidad de superarse, son la esencia de Almafuerte. Con la fuerza de las frases que pegan en el centro, con la fuerza del metal sentido y recorrido, de la rocosa sinceridad que martilla asentimientos en la identificación intuitiva y en la resistencia, en este misterio lleno de piedras y ansias que llaman vida.

Gracias a Facundo Hernán y Mechi Bidart por sus fotografías.

4 comentarios:

  1. Hola Nico, muy buena la nota, te felicito por el blog, un fuerte abrazo!

    Germán Olmos.

    Desde San Bernardo del Tuyú.

    gerolmos@yahoo.com.ar

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  2. A Iorio le dijieron ' pibe te gusta la milonga' y el respondió no y le volvieron a decir ' la miloonga te espera' así fue ! ;)

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  3. Muy bueno viejo, buenísimo. Gracias!

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  4. En la entrevista conmigo la frase textual de Iorio es la que transcribo...

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