La Bomba de tiempo en la Sala Ópera
El ritmo de la improvisación
En un ritual totémico lleno de un hipnótico ritmo ambiente,
disfrutamos de La Bomba de tiempo. Cautivando en el desafío constante de unir
la mente y el cuerpo en un todo. Conocemos un poco más de esta singular banda
de percusión, charlando con Lucas Helguero, uno de sus integrantes.
¿Cómo
empezaste con La Bomba de tiempo?
Empecé desde los
comienzos de la banda, Santiago Vázquez, el director y creador del grupo me
llamo junto al resto de los integrantes de un año para el otro. Me llamó en el
2005 diciéndome que al año siguiente iba a armar un grupo. A Santiago lo
conozco hace mucho, toque en otros grupos con él.
En
esos inicios, ¿qué conceptos sobre la banda te transmitió?
Una agrupación de
unas 15 personas, que iban a tocar principalmente tambores y otros instrumentos
de percusión, con el perfil de experimentar nuevas formas rítmicas. Básicamente
improvisar, no basarse en estilos tradicionales o reproducir folclores, sino
fusionar y mezclar cosas. Inventarlas en el momento, en los conciertos. Realmente
un grupo de improvisación con tambores, con accesorios, campanas, semillas,
maracas, huiros, varios instrumentos. La improvisación se da a través de un
sistema de señas, que el director utiliza para pedirnos música y diferentes
recursos rítmicos.
¿Cómo
es el proceso de improvisar y componer a la vez, algo tan particular de la
banda, y cómo fueron creciendo como grupo a través de una comunicación a través
de un sistema de señas?
Los
primeros encuentros fueron bastante primitivos, pero fueron el núcleo de lo que
hoy es la Bomba. Con lo poco que podíamos tocar en el momento, porque no
teníamos músicas escritas, no podíamos tocar un malambo, un candombe o una
chacarera, sino sobre una batida, sobre un pulso, a partir de un movimiento del
director que no se sabe si es el tiempo uno, pensar una cosa melódica con los
tambores, y crearlo en el momento. Al principio nos encontrábamos haciendo una
mínima lectura de los dedos, tocando unas cosas muy simples, con eso algo
podíamos empezar a construir. Nos sirvió como base para empezar a complejizar
el tema de las señas, la forma de componer, el concepto que el director baja en
cada ensayo.
Es
una libertad muy difícil de asumir… una vara alta que superar…
Sí. Subir al escenario con la hoja totalmente en blanco es asumir un
gran riesgo.
En
ese sentido, ¿Cómo crees que fue creciendo la intuición musical de cada uno a
partir de la relación de todos con el concepto de la banda?
Fue
creciendo desde el aporte que hizo cada uno de forma individual, de su amor al
instrumento personal. Simplemente tocándolo, escuchando al músico que tenes
enfrente, o al compañero de tu área, a quien empezás a conocer, y ahí aprendes
a que lo que toca cada músico en su momento es el mejor de los condimentos para
la mejor comida. Nosotros nos apoyamos mucho en eso, porque el director no
puede decirle cada uno lo que tiene que tocar, sino que necesita creatividad de
los músicos.
¿Cómo
fue tu experiencia desde lo humano, al compartir una banda con tanta gente, y
en relación a esos riesgos creativos de los que hablábamos?
Muy bueno. A muchos de los músicos de La bomba los conozco por ir a
verlos, por admirarlos, por seguir su carrera, con otros compartí proyectos.
Eso fue muy enriquecedor a todo nivel. En lo personal tengo bastante ruta en
grupos de percusión, dirigí mi propio grupo de percusión, grupos grandes de 20
a 25 personas. Como en todo grupo humano hay que contemplar los deseos de cada
uno, tratar de llegar a una democracia que nos pueda contentar. Aprender de eso
también, escuchar las voces de todos, por más que uno tenga un concepto muy
fuerte para hacer una bajada de línea. Es muy importante escuchar a los
compañeros con los cuales trabajas, las voces de todos, porque son los que
tienen que llevar a cabo una idea imaginaria que se quiere plasmar en un
concierto.
¿Cómo
podrías graficar todo eso en una anécdota, en un momento de creación?
Puede pasar que en
algún concierto, el músico no tiene la mayor lucidez o el director de ese tramo
de la noche, porque en cada concierto hay tres o cuatro directores. Tal vez ese
director en ese momento no tiene una buena noche, y el grupo lo percibe y lo ayuda
al director, y quizás no le da bola en algún comando. Por ejemplo, el hecho de
parar o seguir tocando, y el director se da cuenta de eso, y va a dejar que
todos tengan más participación en ese momento. Nos puede pasar a todos, porque estamos
componiendo en tiempo real y tenemos momentos que estas en blanco. Esta el
barco andando, esta todo lindo… pero ¿Adónde vamos? Seguimos con esto,
cambiamos de compás, volvemos a una idea anterior… cada segundo es una decisión
a tomar.
En
esa intuición ¿Cómo juega el público y su intención de asociar al ritmo con el
baile? La llegada del ritmo al cuerpo…
Si bien es un espacio de experimentación, lo que buscamos son las
formas rítmicas, de las más variadas, que generen movimiento, para mover el
esqueleto, eso es algo muy lindo.
Hay
una vibración, una conexión con el público…
Es nuestro objetivo, que la gente no esté contemplativa, pasiva, sino
que lo sienta. Cuando sentimos que se generó un movimiento, hay un quiebre, el
director se da vuelta y le propone al público que participe de alguna manera:
con las palmas, con las voces, saltando, haciendo un paso. Eso genera una
interacción muy linda, no siendo algo mecánico, sino una interacción más
compleja, que a nosotros mismos nos sorprende, la atención y la rapidez para
sacar algunos ritmos. Preguntas y respuestas, imitación. Además de nuestro
desafío de la expresión física, la amplitud y la presencia escénica, la
coordinación en la forma de movernos, armonizarnos en una cosa coreográfica
chiquita que sea lindo de ver.
Recuadros
En 2007 el grupo
grabo su primer disco “La Bomba de tiempo” en vivo en Niceto Club. En ese mismo
año creo una escuela de percusión CERBA (Centro de estudios del ritmo de Buenos
Aires). Todos los lunes se presentan en el Centro cultural Konex, en Capital
Federal, una costumbre que ha multiplicado el público a lo largo de los años.
La composición en
tiempo real a través de la improvisación. El aporte de cada uno de sus
integrantes es coordinado por un
director, cuyo lugar es rotativo (hay tres o cuatro directores/músicos en el
recital). Una de las características más particulares de La Bomba de Tiempo, es
un sistema que incluye más de 100 señas, que son el marco que sostiene la libertad
creativa de todos los integrantes del grupo en su distinción personal y
musical.
Santiago Vázquez,
creador del grupo, ideó de este sistema
de comunicación (basado en la experiencia de Butch Morris, un músico de jazz al
que conoció) que permite acentos y matices en el fluir rítmico de La bomba de tiempo.
Lucas Helguero toca
el Quinto, y es uno de los directores rotativos
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