miércoles, 23 de mayo de 2012

Nota con Lucas Helguero, integrante de La Bomba de Tiempo. (Revista El Teatro Bar)


La Bomba de tiempo en la Sala Ópera

El ritmo de la improvisación

En un ritual totémico lleno de un hipnótico ritmo ambiente, disfrutamos de La Bomba de tiempo. Cautivando en el desafío constante de unir la mente y el cuerpo en un todo. Conocemos un poco más de esta singular banda de percusión, charlando con Lucas Helguero, uno de sus integrantes.

¿Cómo empezaste con La Bomba de tiempo?

            Empecé desde los comienzos de la banda, Santiago Vázquez, el director y creador del grupo me llamo junto al resto de los integrantes de un año para el otro. Me llamó en el 2005 diciéndome que al año siguiente iba a armar un grupo. A Santiago lo conozco hace mucho, toque en otros grupos con él.

En esos inicios, ¿qué conceptos sobre la banda te transmitió?

            Una agrupación de unas 15 personas, que iban a tocar principalmente tambores y otros instrumentos de percusión, con el perfil de experimentar nuevas formas rítmicas. Básicamente improvisar, no basarse en estilos tradicionales o reproducir folclores, sino fusionar y mezclar cosas. Inventarlas en el momento, en los conciertos. Realmente un grupo de improvisación con tambores, con accesorios, campanas, semillas, maracas, huiros, varios instrumentos. La improvisación se da a través de un sistema de señas, que el director utiliza para pedirnos música y diferentes recursos rítmicos.

¿Cómo es el proceso de improvisar y componer a la vez, algo tan particular de la banda, y cómo fueron creciendo como grupo a través de una comunicación a través de un sistema de señas?

            Los primeros encuentros fueron bastante primitivos, pero fueron el núcleo de lo que hoy es la Bomba. Con lo poco que podíamos tocar en el momento, porque no teníamos músicas escritas, no podíamos tocar un malambo, un candombe o una chacarera, sino sobre una batida, sobre un pulso, a partir de un movimiento del director que no se sabe si es el tiempo uno, pensar una cosa melódica con los tambores, y crearlo en el momento. Al principio nos encontrábamos haciendo una mínima lectura de los dedos, tocando unas cosas muy simples, con eso algo podíamos empezar a construir. Nos sirvió como base para empezar a complejizar el tema de las señas, la forma de componer, el concepto que el director baja en cada ensayo.

Es una libertad muy difícil de asumir… una vara alta que superar…

Sí. Subir al escenario con la hoja totalmente en blanco es asumir un gran riesgo.

En ese sentido, ¿Cómo crees que fue creciendo la intuición musical de cada uno a partir de la relación de todos con el concepto de la banda?

            Fue creciendo desde el aporte que hizo cada uno de forma individual, de su amor al instrumento personal. Simplemente tocándolo, escuchando al músico que tenes enfrente, o al compañero de tu área, a quien empezás a conocer, y ahí aprendes a que lo que toca cada músico en su momento es el mejor de los condimentos para la mejor comida. Nosotros nos apoyamos mucho en eso, porque el director no puede decirle cada uno lo que tiene que tocar, sino que necesita creatividad de los músicos.



¿Cómo fue tu experiencia desde lo humano, al compartir una banda con tanta gente, y en relación a esos riesgos creativos de los que hablábamos?

Muy bueno. A muchos de los músicos de La bomba los conozco por ir a verlos, por admirarlos, por seguir su carrera, con otros compartí proyectos. Eso fue muy enriquecedor a todo nivel. En lo personal tengo bastante ruta en grupos de percusión, dirigí mi propio grupo de percusión, grupos grandes de 20 a 25 personas. Como en todo grupo humano hay que contemplar los deseos de cada uno, tratar de llegar a una democracia que nos pueda contentar. Aprender de eso también, escuchar las voces de todos, por más que uno tenga un concepto muy fuerte para hacer una bajada de línea. Es muy importante escuchar a los compañeros con los cuales trabajas, las voces de todos, porque son los que tienen que llevar a cabo una idea imaginaria que se quiere plasmar en un concierto.

¿Cómo podrías graficar todo eso en una anécdota, en un momento de creación?

            Puede pasar que en algún concierto, el músico no tiene la mayor lucidez o el director de ese tramo de la noche, porque en cada concierto hay tres o cuatro directores. Tal vez ese director en ese momento no tiene una buena noche, y el grupo lo percibe y lo ayuda al director, y quizás no le da bola en algún comando. Por ejemplo, el hecho de parar o seguir tocando, y el director se da cuenta de eso, y va a dejar que todos tengan más participación en ese momento. Nos puede pasar a todos, porque estamos componiendo en tiempo real y tenemos momentos que estas en blanco. Esta el barco andando, esta todo lindo… pero ¿Adónde vamos? Seguimos con esto, cambiamos de compás, volvemos a una idea anterior… cada segundo es una decisión a tomar.

En esa intuición ¿Cómo juega el público y su intención de asociar al ritmo con el baile? La llegada del ritmo al cuerpo…

Si bien es un espacio de experimentación, lo que buscamos son las formas rítmicas, de las más variadas, que generen movimiento, para mover el esqueleto, eso es algo muy lindo.

Hay una vibración, una conexión con el público…

Es nuestro objetivo, que la gente no esté contemplativa, pasiva, sino que lo sienta. Cuando sentimos que se generó un movimiento, hay un quiebre, el director se da vuelta y le propone al público que participe de alguna manera: con las palmas, con las voces, saltando, haciendo un paso. Eso genera una interacción muy linda, no siendo algo mecánico, sino una interacción más compleja, que a nosotros mismos nos sorprende, la atención y la rapidez para sacar algunos ritmos. Preguntas y respuestas, imitación. Además de nuestro desafío de la expresión física, la amplitud y la presencia escénica, la coordinación en la forma de movernos, armonizarnos en una cosa coreográfica chiquita que sea lindo de ver.


Recuadros

En 2007 el grupo grabo su primer disco “La Bomba de tiempo” en vivo en Niceto Club. En ese mismo año creo una escuela de percusión CERBA (Centro de estudios del ritmo de Buenos Aires). Todos los lunes se presentan en el Centro cultural Konex, en Capital Federal, una costumbre que ha multiplicado el público a lo largo de los años.
La composición en tiempo real a través de la improvisación. El aporte de cada uno de sus integrantes es coordinado  por un director, cuyo lugar es rotativo (hay tres o cuatro directores/músicos en el recital). Una de las características más particulares de La Bomba de Tiempo, es un sistema que incluye más de 100 señas, que son el marco que sostiene la libertad creativa de todos los integrantes del grupo en su distinción personal y musical.
Santiago Vázquez, creador del grupo,  ideó de este sistema de comunicación (basado en la experiencia de Butch Morris, un músico de jazz al que conoció) que permite acentos y matices en el fluir rítmico de La bomba de tiempo.
Lucas Helguero toca el Quinto, y es uno de los directores rotativos




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