viernes, 18 de marzo de 2011

Entrevista a Agustina Cerruti (Revista Now)


Revolución Hawaii

Agustina Cerruti es una mujer que hace de su pasión por los deportes un estilo de vida. Atrás quedaron agotadores viajes laborales a Capital y las carreras universitarias. Su nuevo camino dio paso a un viaje a Hawaii que la ayudó a forjar su independencia personal, su desarrollo deportivo y una nueva forma de ver al mundo que la rodea. Descubrí la historia de la campeona argentina de kitesurfing en esta nota con Now!

¿Cómo empezaste a relacionarte con los deportes?

            De chiquita iba a Estudiantes a hacer destreza. Yo me crié en el Club Regatas, así que estaba al lado del río. Pero con los deportes de agua empecé de grande. A los 17 años mi hermano más grande me invitó a andar en jet ski, me gustó mucho la adrenalina del deporte y que fuera al aire libre, era algo nuevo para mí. Luego conocí una banda de chicos que hacia windsurf y me invitaron a probar. La gente de una escuela me dio los elementos para empezar.
           
¿Tu vida cotidiana iba en paralelo con el deporte o se relacionaba?

            Al principio empecé a estudiar Biología, pero no me imaginaba trabajando de eso. Después, medio de casualidad, empecé a trabajar en Radio Provincia y me gustó, esa idea de armar un mensaje y transmitirlo. Hasta llegue a trabajar en otro programa con Carna y Yayo, los que hacían Videomatch, era muy gracioso. A partir de esto me puse a estudiar Comunicación y conseguí un trabajo en Ceremonial y Protocolo de una secretaria de Estado. Ahí fue cuando más me enganche con el windsurf, tenía el equilibrio entre lo que era la formalidad y la pasión por el deporte.
            Estaba todo el día laburando en Capital, antes o después del trabajo iba a la facultad, y cuando me quedaban cuatro horas libre me iba al río como desesperada a hacer windsurf o disfrutar al solcito un rato.

¿Cómo fue la previa a tu viaje a Hawaii?

            Estudié cuatro años Comunicación y con la formación que me iba dando la carrera empecé a desconfiar de todo lo mediático; me ayudó a entender el mundo de hoy, y darme cuenta de que la realidad está muy lejos de un televisor. Comencé a pensar más en mis proyectos personales, y en tratar de aprender a disfrutar lo me gustaba. En esa época estudiaba y trabajaba, tenía una vida muy activa. Estaba todo el día a full a cambio de tener un sueldo para poder comprarme una pilcha, una compu, etc. Dejaba de vivir las cosas que me gustaban, como estar en el río, por obtener cosas materiales. No me gustaba el modo; me gusta laburar pero para hacer crecer cosas mías, no para rendirle a otra persona. Entonces me dije: “Esto lo tengo que cambiar de alguna manera”.

¿De qué forma fuiste madurando el cambio?

            En un momento no podía más. No quería tomarme un micro para viajar parada todos los días hasta Buenos Aires. Entonces me tuve que decidir. Cuando fui a mi casa a decirle a mi familia que me quería ir a Hawaii, todos se me rieron. Si bien fue conflictivo, yo me quería ir con la aprobación de ellos, no me quería irme peleada o en rebeldía.

¿Por qué la elección de Hawaii? ¿Era un paradigma de lo que significaba otro tipo de vida en relación con el deporte, con el windsurf?

            Conocía a gente que había ido, sabia que podía hacer la experiencia que pensaba hacer. Yo quería cortar con el laburo y con todo lo que venía haciendo acá. Tenía 23 años, ahorre la plata laburando y saqué el pasaje; cuando se lo mostré a mi familia recién ahí cayeron de que iba en serio. Mi idea del viaje era tener una visión de mí desde otro lado, separarme de lo que estaba haciendo y ver que es lo que yo quería para mi vida. Me moviliza el hecho de practicar deportes, pero también quería hacer catarsis de un montón de cosas, que quizás estando acá no las podría haber hecho. Tenía una necesidad de cambiar y se dio porque estaba muy segura de eso dentro de mí.

¿Qué pasó cuando llegaste a Hawaii?

            Al principio estaba totalmente perdida, me sentía en una novela. Después conseguí un trabajo como jardinera para bancarme la experiencia. La vida de mucha gente es así, porque a veces es el costo de hacer la experiencia en un lugar único en el mundo. En este sentido la gente de allá esta más preparada, te tratan de igual a igual.
            Me alojé con un grupo de chicos argentinos, nos organizamos y alquilamos una casa al toque. Fui a una parte de Hawaii que es mucho más desértica, a simple vista no es gran cosa, pero las condiciones climáticas para hacer surf son únicas en el mundo, no hay otro lugar igual en el planeta.

Contame de tus seis meses en Hawaii…

Hay una isla que se llama Oahu que es más civilizada, hay universidades y medios más avanzados. En Maui, la isla en donde estuve, tenes que conseguir un auto porque no hay medios de transporte públicos. Es una isla en el medio del océano que se quedó en el tiempo. En las gasolineras tenes esas maquinas expendedoras, como las de la vieja YPF.
Los primeros meses que estuve allá fueron los más difíciles, se me rompía el auto y no sabía como arreglarlo, laburaba para vivir al día. Todos los días eran un desafío para mis ganas de estar ahí. Me tuve que mudar porque había gente que estaba en otra onda que no era igual a la mía. Rearmé el proyecto como 200 veces. Lo mejor vino a partir del cuarto mes, sabía que volvía y me quedaban dos meses para disfrutar. Ya sabía navegar en olas grandes, conocía todas las playas. Encima conseguí un trabajo en una mansión espectacular en la cual tenía que cuidar dos horas por día un jardín. Me levantaba, cortaba el pasto, cuidaba las plantas, me tomaba unos mates… costaba 7 dólares el medio kilo de yerba (risas).
            También empezás a conocer a los personajes que fueron a hacer sus historias y se quedaron, algunos con casi 60 años. Eso también es chocante, porque yo no quería ser eso tampoco. A mi me gustaba el deporte, pero ya tenía en ese entonces mis proyectos de importar y vender equipos, hacer otras cosas.

En cuanto a la práctica deportiva, ¿Qué cosas te llamaron la atención?

            Supere mis propias expectativas. Me ayudaba el hecho de que las condiciones climáticas fueran siempre iguales. Empecé con olas de 3 metros y todo bien, veía que no pasaba nada y me animaba con olas más grandes. Termine metiéndome en olas de 6 metros, que es el día de hoy que me digo: “Estaba loca”. La misma gente de ahí te guía y te ayuda. He estado a punto de ahogarme alguna vez, pero en el momento en el que te agarra una ola y te revuelca… yo me rindo, me relajo, eso hace las cosas más fáciles.
Una vez me pasó que me enganche debajo del equipo y la ola no me sacó para arriba: ahí si me preocupe. Corrí la vela de windsurf que estaba arriba mío y salté como si fuese la ballena Willy pasando la muralla (risas), respire y dije: “Zafé”. Me gusto el hecho de ver que podía reaccionar y eso te da más seguridad.

En relación al entorno del deporte, ¿Cómo te iban tratando por el hecho de ser mujer, y como fue tu aprendizaje, tu evolución?

            En Hawaii estás rodeado del mejor nivel mundial. Yo me metía a navegar y me pasaba por al lado el numero 1 del mundo, y me tiraba una prueba cerca mío y yo podía verla porque lo hacían en el mismo lugar en donde me había metido. Eso te da mucha iniciativa a probar cosas nuevas. Acá en el río te metes con gente que va y viene, en cambio allá te metes con gente que esta probando miles de maniobras y eso es lo que te genera más ganas de aprender. De hecho cuando salís, si les preguntas sobre algunas cuestiones, te explican.
            En cuanto al grupo de los argentinos… en estos deportes hay una cuestión fundamental que es el respeto. Si la gente ve que vos le pones garra y queres aprender, te empiezan a salir las cosas porque pensas en como hacerlas; ellos te empiezan a respetar y te dan más lugar. Al principio me miraban como diciendo: “¿Qué onda esta?” Después si te metes sos parte del grupo.

¿Cómo fue el momento del regreso? ¿Qué paso cuando llegaste a la Argentina?

            Lo que más me costo fue volver a arrancar acá. Por el lado deportivo volver al río fue difícil, tan difícil que cambié de deporte porque las condiciones climáticas no me permitían seguir con el windsurf. Así fue que comencé de cero a practicar kitesurf para lo cual no se necesitaba tanto viento. A la vez, había estado conviviendo con un chico que se dedicaba a hacer páginas web, lo veía levantarse y trabajar desde la casa; y… ¡Yo que me tenía que ir hasta el medio de la ciudad todos los días! Así que me puse a hacer un curso de páginas web y empecé a laburar un poco de eso.  
La parte de comunicación también me seguía interesando, pero no me veía trabajando doce horas en una redacción. Entonces pensé que tenía que transformar la comunicación en algo más creativo, y empecé a estudiar Diseño Multimedial en Capital, para complementar el trabajo de las webs. Estaba a full con eso, cuando un amigo me ofrece asociarme para importar equipos de kitesurf y otros deportes de agua, para vender en el país. A partir de esto volvió mi práctica activa de los deportes acuáticos, que se había cortado un poco.

¿De que se trata tu trabajo?

            Mi función es interactuar con el cliente en el agua, navegando y demostrando como funcionan los equipos, y mi socio se encarga de todos los trámites de la importación. Todos los años se renuevan las colecciones de los equipos. El trabajo esta muy bueno y además me permite seguir navegando. En Argentina las condiciones climáticas son muy convenientes para la práctica del kitesurf. El Río de La Plata es ideal para aprender, sobre todo en Punta Lara en donde hay poca gente, buenas condiciones de playa y muchos días de viento.
            Es un deporte que ha evolucionado mucho en los últimos 4 años. Cuando hacía windsurf, intente hacer kitesurf, me compré un equipo y fue una locura. Porque los sistemas de seguridad eran ineficientes, entonces espere un par de años y cuando volví de Hawaii me compré otro equipo y noté que andaban mucho mejor, pero tampoco le daba mucha importancia. Pero a partir de empezar a importar los kites comencé a entrenar con gente que andaba muy bien, me empezaron a ayudar y eso me motivó mucho.

¿Cuándo decidiste empezar a competir?

            La competición fue de la mano de la importación, porque yo tenía que ir a los eventos a promocionar los equipos, probar los materiales y saber de la calidad del producto que comercializaba a partir de la experiencia. En el primer campeonato que corrí no había chicas, debido a que las pocas que estaban lo hacían de forma amateur; y yo por mi trabajo estaba motivada a probar modalidades más extremas. Ahora hay más mujeres que navegan mucho mejor y eso esta bueno, porque te ayuda a mejorar tu propio nivel. Recién este año empezamos a tener categoría damas. La cantidad de participantes depende del lugar en donde se hagan las fechas.
            Este deporte va a seguir creciendo, en Capital se matan por un centímetro de tierra y en nuestra ciudad tenemos kilómetros de costa que no se usan. Viene mucha gente de Buenos Aires y de Rosario, se llena; y quizás la gente de La Plata se lo pierde porque no sabe las posibilidades que tienen.

¿Cómo es el mundo y la gente del windsurf y el kitesurf?

            A la gente del deporte le gusta estar al aire libre, practicando un deporte, pasándola bien con amigos, tiene la mente muy abierta, hay muy buena onda y podes ir exclusivamente a divertirte. Es el contraste absoluto con mi forma de ver a la ciudad. El deporte también te permite viajar y conocer gente con la misma filosofía que vos y nutrirte de toda esa experiencia.




No hay comentarios:

Publicar un comentario