Un día perdido en el pasado de los días, la Música eligió a Luis Salinas. Quizá lo había elegido con mucha anticipación a través de su padre, que también era músico, y a través del amor de su madre, que lo acompañó con su guía. El camino estaba lleno de los contrastes que tiene la vida, pero toda ausencia en su memoria es una experiencia que lo alimenta.
Salinas nació en Monte Grande y, al poco tiempo, se fue a vivir a Villa Diamante, Chaco. Las carencias esquivaron el resentimiento: una luz lo iluminaba, aun cuando estaba con el agua a la altura del pecho en una inundación que sufrió el barrio en donde vivía.
“Primero la persona y después lo que hagas. Si la persona está bien, puede ayudar mucho al artista”, sentenció la madre, al adivinar un eco en la escucha de su hijo. “Mi vieja me contaba, que cuando era chiquito, gateaba tirando los juguetes por cualquier lado, y lo único que acomodaba en un rincón era mi guitarrita de plástico”.
¿Cómo fue la historia del cumpleaños en donde tu madre no quería que vayas a tocar, y vos te escapaste?
Ella se enamoró de mi viejo que era músico y un poco mujeriego, y después, de mi padrastro, que también era músico. Ya después no quería saber nada con músicos. Siendo chico, una vez me llamaron para tocar en un cumpleaños, y como les gusté, al otro día me llamaron de nuevo. Mi madre me dijo: “No, vos no vas”. Entonces yo me escapé, casi en cueros, porque tenía que ir. Desde ese día, mi vieja nunca más me prohibió nada, sabía que no me iba a poder frenar en mi relación con la música.
¿Cómo aprendiste a tocar? ¿Cuáles son tus primeros recuerdos musicales?
La música para mí es como tener un dedo más. Forma parte de mí. No concibo la vida sin música. El primer amor que tuve estaba celosa de la música, y por eso se terminó todo. Yo le decía que era un dedo más, que no podía cortar, y que ella no debía quererlo. Es algo que viene con uno, no tiene demasiada explicación. El arte, el amor son cosas que no tienen mucha explicación. Vienen con uno, y uno se va haciendo cargo de eso lo mejor que puede. Siempre pensé que lo importante no es llegar a algún lado, sino caminar el camino y caminarlo hasta donde dé; y si ese camino tiene que ver con lo que amás es una bendición.
¿La música te ayudó a relacionarte con las personas?
Sí, seguramente. Para mí la música es el arte mayor, porque el sonido queda por ahí, dentro de uno. No existe el clasismo, ni idiomas, ni nada. Vos te podés conectar con cualquier ser del planeta. Por ahí no podés hablar el mismo idioma, pero de repente escuchás algo y estás unido. Sufro un poco el no saber otro idioma; igualmente tengo amigos con los cuales he tocado y no hace falta hablar nada. Esos momentos son inolvidables.
¿Cómo es tu proceso partiendo de lo que vos sentís para luego traducirlo a lo musical?
Cuando toco, no pienso; cuando pienso, no toco bien: se nota lo que no sé. Cuando dejo que suceda, empiezo a escuchar y dejo que la música y la guitarra me guíen. Ahí es cuando mejor toco. La música es la estrella, y hay que tocar lo que la música te va pidiendo. Yo no conozco un músico que sea más que la música. La canción produce una conversación, que sola, te va llevando.
La vida y la música lo fueron llevando a Luis Salinas por distintos lugares. Uno de ellos fue la casa de la cantante y actriz Egle Martin, lugar de encuentro de múltiples artistas. Un día, circunstancialmente, Salinas atiende el teléfono que sonaba impaciente. Luis pregunta: “¿Quién habla?”, y del otro lado se escucha una voz que dice: “Hola, soy Dizzie Gillespi”. Ni más ni menos, el gran trompetista norteamericano, uno de los precursores del bebop en el jazz.
Salinas recuerda: “Tocaba en El Papagayo, un lugar de música brasilera, salsa y candombe; y Oscar Vega, un moreno argentino, me dijo que había una onda para acompañar a una artista en un espectáculo de candombe. Cuando voy, ella no estaba. De repente, mientras yo estaba tocando la guitarra en un sillón, pasó medio apurada y dijo: ‘Yes!’ y siguió. ‘¡Qué swing que tiene esa mujer!’, pensé. Esa era Egle Martin. En su casa, conocí a Hermeto Pascoal, Adolfo Ábalos, Horacio Salgán y tantos otros. Fue algo muy importante para mí, no sólo en lo musical, sino en lo artístico. Pude hacer mis primeros arreglos en uno de sus discos. En un momento, me dijo, entre otras cosas, que era algo más que un buen guitarrista; pero yo lo tomaba como buena onda. Entonces hizo que me lo dijera Hermeto, quien, tiempo después, me invitó a tocar acá en La Plata. Para mí es un gran músico y yo no creía estar preparado, por eso sólo fui a escucharlo. Hermeto se enojó y me dijo: ‘Voce un gran músico miedoso, voce toca e teoría a puta que lo parió’”.
Así como Hermeto, tantos otros se habrán enojado con Luis. Por ejemplo, cuando pedía guitarras prestadas para tocar, sus ganas de seguir tocando hacían que se demorara algunos días en devolverlas. Hasta que recién a los 27 años, luego de su primer sueldo como músico, Salinas tuvo su primer guitarra: una Ibanez color negro. El hecho de haber tocado con muchas guitarras, lo ayudó a tocar con cualquiera, y así como tocó con distintas guitarras, también lo hizo con diversos músicos.
¿Cómo fue tu experiencia con B.B King?
Estaba en Universal y los tipos de la compañía me preguntaron si quería tocar con B.B. King. “¿A vos que te parece?”, les dije inmediatamente. Pero después, luego de pensarlo, les aclaré: “Voy a tocar si él quiere; mándenle un disco y vemos”. Entonces me mintieron y me dijeron: “Sí, le encantó”. Fui a Brasil, y voy a la prueba de sonido y el tipo no estaba. Después llega sobre la hora, ve los discos, recién ahí me conoce y me dice: “Si te produce Tomy, debés tocar bien. Vamos a hacer una cosa: Tocamos en el último tema; si le gusta a la gente, seguimos”.
Eso fue peor que si me hubiera dicho que tocaba en cualquier tema, en tal lado. Yo estaba al costado con unos nervios que no te puedo contar. Pero cuando me tocó entrar, había como un duende que me decía: “Tranquilo, por algo estás acá”. Fue maravilloso. Tocamos 5 temas y después me fui atrás porque conocía al baterista. Ahí B.B. King me fue a buscar para que saludáramos a la gente. Me acuerdo que después fui al camarín y me puse a llorar de la emoción. Todo eso era demasiado para mí. Después tocamos en San Pablo, en Buenos Aires. Viví algo que no olvidé nunca más, porque él es el blues. Nadie dice blues como él, además de toda la espiritualidad que tiene. Los grandes son generosos porque están muy seguros de ellos mismos. En este sentido, alguien puede ser grande sin ser famoso.
¿Cuándo supiste que podías tener la mejor versión de vos mismo?
Pienso que es un camino en donde hay que mirar para adelante y hacer lo que uno siente. Bueno… B.B. King me decía: “Dios tiene que escuchar unos sonidos y decir: ‘Oh Luis!’, y esos sonidos están dentro de vos”. Por más que uno escuche muchos discos, después es como cuando hablamos. Cada uno tiene una forma distinta de decir las mismas palabras. Por ejemplo, cuando yo tocaba con George Benson, tocaba sus frases, que me costaban mucho sacarlas, y a él le parecía simpático y nada más. Y por ahí tocando un tema de él, me salía otra cosa distinta, más personal, entonces me levantaba el pulgar, como diciendo: “Eso es lo que quiero escuchar”. Los tipos quieren que seas vos, con 2 notas o con 50.
¿Cómo notás tu relación con la música con el paso del tiempo?
Cada vez más sincera, al entender que la estrella es la música. La gente viene a escuchar música. Puede pasar que te vengan a escuchar a vos, pero eso tiene un límite. Entonces cuando la música sucede puede ser interminable: una cosa lleva a la otra. Es más que uno. Cuando te lleva la música, pasan cosas que ni vos imaginás. También es muy importante con quien tocás y que tus compañeros sientan lo mismo. Yo me fijo mucho en eso. He tratado de relacionarme con gente sensible, que no use la música “para”…, sino que la disfrute. La música no es una carrera de caballos; es para compartir.
En esa sensación de felicidad compartida cada uno siembra futuros recuerdos.
Lo mejor que le puede pasar a uno es estar en el momento indicado, en el lugar indicado. Cuando eso pasa, es un momento de felicidad, y, muchas veces, me sucede cuando estoy tocando. Vos estas haciendo lo que amás, y hay gente que le gusta o disfruta lo mismo. Es un amor correspondido. Son momentos difíciles de explicar: se sienten, y uno agradece ser músico.
Notas extras
Discografía
- Salsalinas, 1994
- Aire de tango, 1994
- Salinas, 1996
- Solo guitarra, 1997
- Rosario, 2001
- El Guitarrazo, 2001
- Música argentina 1, 2002
- Música argentina 2, 2002
- Ahí va, 2003
- Salinas y amigos en España, 2005
- Muchas cosas, 2006
- En vivo en el Rosedal, 2006
- Clásicos de Música Argentina (5CD BOX), 2007
- Luis Salinas En Vivo - Día 1 (Presentación Clásicos de Música Argentina)2009
- Luis Salinas En Vivo - Día 2 - TANGO (Presentación Clásicos de Música Argentina) 2009
- Luis Salinas En Vivo - Día 3 (Presentación Clásicos de Música Argentina) 2010
- Sin Tiempo. Disco triple. (2010)
- “Algunas veces estaba triste y pensé en salir a laburar para ayudar a mi madre, y ella me dijo: ‘Yo quiero un hijo feliz, no uno frustrado”, como diciendo: “Hacé lo que vos sentís porque eso es lo que quiero`.”
- “Todos tenemos una condición natural para algo. No es lo que te gusta, sino lo que podés hacer. El resto es trabajar. No pretendo ser mejor que alguien. Quiero ser el mejor Salinas posible. Mi música, más que nada, tiene que ser fluida y sincera. Si uno no se emociona, el público tampoco.”
- Luis Salinas ha tocado con B.B. King, Hermeto Pascoal, George Benson, Chucho Valdes, Raimundo Amador, Dino Saluzzi y Mercedes Sosa, entre tantos otros.