domingo, 13 de febrero de 2011

Entrevista con Luis Salinas (Revista Now)

Alma de guitarra

Un día perdido en el pasado de los días, la Música eligió a Luis Salinas. Quizá lo había elegido con mucha anticipación a través de su padre, que también era músico, y a través del amor de su madre, que lo acompañó con su guía. El camino estaba lleno de los contrastes que tiene la vida, pero toda ausencia en su memoria es una experiencia que lo alimenta.
Salinas nació en Monte Grande y, al poco tiempo, se fue a vivir a Villa Diamante, Chaco. Las carencias esquivaron el resentimiento: una luz lo iluminaba, aun cuando estaba con el agua a la altura del pecho en una inundación que sufrió el barrio en donde vivía.
“Primero la persona y después lo que hagas. Si la persona está bien, puede ayudar mucho al artista”, sentenció la madre, al adivinar un eco en la escucha de su hijo. “Mi vieja me contaba, que cuando era chiquito, gateaba tirando los juguetes por cualquier lado, y lo único que acomodaba en un rincón era mi guitarrita de plástico”.

¿Cómo fue la historia del cumpleaños en donde tu madre no quería que vayas a tocar, y vos te escapaste?
Ella se enamoró de mi viejo que era músico y un poco mujeriego, y después, de mi padrastro, que también era músico. Ya después no quería saber nada con músicos. Siendo chico, una vez me llamaron para tocar en un cumpleaños, y como les gusté, al otro día me llamaron de nuevo. Mi madre me dijo: “No, vos no vas”. Entonces yo me escapé, casi en cueros, porque tenía que ir. Desde ese día, mi vieja nunca más me prohibió nada, sabía que no me iba a poder frenar en mi relación con la música.

¿Cómo aprendiste a tocar? ¿Cuáles son tus primeros recuerdos musicales?
La música para mí es como tener un dedo más. Forma parte de mí. No concibo la vida sin música. El primer amor que tuve estaba celosa de la música, y por eso se terminó todo. Yo le decía que era un dedo más, que no podía cortar, y que ella no debía quererlo. Es algo que viene con uno, no tiene demasiada explicación. El arte, el amor son cosas que no tienen mucha explicación. Vienen con uno, y uno se va haciendo cargo de eso lo mejor que puede. Siempre pensé que lo importante no es llegar a algún lado, sino caminar el camino y caminarlo hasta donde dé; y si ese camino tiene que ver con lo que amás es una bendición.

¿La música te ayudó a relacionarte con las personas?
Sí, seguramente. Para mí la música es el arte mayor, porque el sonido queda por ahí, dentro de uno. No existe el clasismo, ni idiomas, ni nada. Vos te podés conectar con cualquier ser del planeta. Por ahí no podés hablar el mismo idioma, pero de repente escuchás algo y estás unido. Sufro un poco el no saber otro idioma; igualmente tengo amigos con los cuales he tocado y no hace falta hablar nada. Esos momentos son inolvidables.

¿Cómo es tu proceso partiendo de lo que vos sentís para luego traducirlo a lo musical?
Cuando toco, no pienso; cuando pienso, no toco bien: se nota lo que no sé. Cuando dejo que suceda, empiezo a escuchar y dejo que la música y la guitarra me guíen. Ahí es cuando mejor toco. La música es la estrella, y hay que tocar lo que la música te va pidiendo. Yo no conozco un músico que sea más que la música. La canción produce una conversación, que sola, te va llevando.

La vida y la música lo fueron llevando a Luis Salinas por distintos lugares. Uno de ellos fue la casa de la cantante y actriz Egle Martin, lugar de encuentro de múltiples artistas. Un día, circunstancialmente, Salinas atiende el teléfono que sonaba impaciente. Luis pregunta: “¿Quién habla?”, y del otro lado se escucha una voz que dice: “Hola, soy Dizzie Gillespi”. Ni más ni menos, el gran trompetista norteamericano, uno de los precursores del bebop en el jazz.

Salinas recuerda: “Tocaba en El Papagayo, un lugar de música brasilera, salsa y candombe; y Oscar Vega, un moreno argentino, me dijo que había una onda para acompañar a una artista en un espectáculo de candombe. Cuando voy, ella no estaba. De repente, mientras yo estaba tocando la guitarra en un sillón,  pasó medio apurada y dijo: ‘Yes!’ y siguió. ‘¡Qué swing que tiene esa mujer!’, pensé. Esa era Egle Martin. En su casa, conocí a Hermeto Pascoal, Adolfo Ábalos, Horacio Salgán y tantos otros. Fue algo muy importante para mí, no sólo en lo musical, sino en lo artístico. Pude hacer mis primeros arreglos en uno de sus discos. En un momento, me dijo, entre otras cosas, que era algo más que un buen guitarrista; pero yo lo tomaba como buena onda. Entonces hizo que me lo dijera Hermeto, quien, tiempo después, me invitó a tocar acá en La Plata. Para mí es un gran músico y yo no creía estar preparado, por eso sólo fui a escucharlo. Hermeto se enojó y me dijo: ‘Voce un gran músico miedoso, voce toca e teoría a puta que lo parió’”.

Así como Hermeto, tantos otros se habrán enojado con Luis. Por ejemplo, cuando  pedía guitarras prestadas para tocar, sus ganas de seguir tocando hacían que se demorara algunos días en devolverlas. Hasta que recién a los 27 años, luego de su primer sueldo como músico, Salinas tuvo su primer guitarra: una Ibanez color negro. El hecho de haber tocado con muchas guitarras, lo ayudó a tocar con cualquiera, y así como tocó con distintas guitarras, también lo hizo con diversos músicos.

¿Cómo fue tu experiencia con B.B King?
            Estaba en Universal y los tipos de la compañía me preguntaron si quería tocar con B.B. King. “¿A vos que te parece?”, les dije inmediatamente. Pero después, luego de pensarlo, les aclaré: “Voy a tocar si él quiere; mándenle un disco y vemos”. Entonces me mintieron y me dijeron: “Sí, le encantó”. Fui a Brasil, y voy a la prueba de sonido y el tipo no estaba. Después llega sobre la hora, ve los discos, recién ahí me conoce y me dice: “Si te produce Tomy, debés tocar bien. Vamos a hacer una cosa: Tocamos en el último tema; si le gusta a la gente, seguimos”.
            Eso fue peor que si me hubiera dicho que tocaba en cualquier tema, en tal lado. Yo estaba al costado con unos nervios que no te puedo contar. Pero cuando me tocó entrar, había como un duende que me decía: “Tranquilo, por algo estás acá”. Fue maravilloso. Tocamos 5 temas y después me fui atrás porque conocía al baterista. Ahí B.B. King me fue a buscar para que saludáramos a la gente. Me acuerdo que después fui al camarín y me puse a llorar de la emoción. Todo eso era demasiado para mí. Después tocamos en San Pablo, en Buenos Aires. Viví algo que no olvidé nunca más, porque él es el blues. Nadie dice blues como él, además de toda la espiritualidad que tiene. Los grandes son generosos porque están muy seguros de ellos mismos. En este sentido, alguien puede ser grande sin ser famoso.

 ¿Cuándo supiste que podías tener la mejor versión de vos mismo?

            Pienso que es un camino en donde hay que mirar para adelante y hacer lo que uno siente. Bueno… B.B. King me decía: “Dios tiene que escuchar unos sonidos y decir: ‘Oh Luis!’, y esos sonidos están dentro de vos”. Por más que uno escuche muchos discos, después es como cuando hablamos. Cada uno tiene una forma distinta de decir las mismas palabras. Por ejemplo, cuando yo tocaba con George Benson, tocaba sus frases, que me costaban mucho sacarlas, y a él le parecía simpático y nada más. Y por ahí tocando un tema de él, me salía otra cosa distinta, más personal, entonces me levantaba el pulgar, como diciendo: “Eso es lo que quiero escuchar”. Los tipos quieren que seas vos, con 2 notas o con 50.

            ¿Cómo notás tu relación con la música con el paso del tiempo?
            Cada vez más sincera, al entender que la estrella es la música. La gente viene a escuchar música. Puede pasar que te vengan a escuchar a vos, pero eso tiene un límite. Entonces cuando la música sucede puede ser interminable: una cosa lleva a la otra. Es más que uno. Cuando te lleva la música, pasan cosas que ni vos imaginás. También es muy importante con quien tocás y que tus compañeros sientan lo mismo. Yo me fijo mucho en eso. He tratado de relacionarme con gente sensible, que no use la música “para”…, sino que la disfrute. La música no es una carrera de caballos; es para compartir.
            En esa sensación de felicidad compartida cada uno siembra futuros recuerdos.
            Lo mejor que le puede pasar a uno es estar en el momento indicado, en el lugar indicado. Cuando eso pasa, es un momento de felicidad, y, muchas veces, me sucede cuando estoy tocando. Vos estas haciendo lo que amás, y hay gente que le gusta o disfruta lo mismo. Es un amor correspondido. Son momentos difíciles de explicar: se sienten, y uno agradece ser músico.


 Notas extras

Discografía

  • Salsalinas, 1994
  • Aire de tango, 1994
  • Salinas, 1996
  • Solo guitarra, 1997
  • Rosario, 2001
  • El Guitarrazo, 2001
  • Música argentina 1, 2002
  • Música argentina 2, 2002
  • Ahí va, 2003
  • Salinas y amigos en España, 2005
  • Muchas cosas, 2006
  • En vivo en el Rosedal, 2006
  • Clásicos de Música Argentina (5CD BOX), 2007
  • Luis Salinas En Vivo - Día 1 (Presentación Clásicos de Música Argentina)2009
  • Luis Salinas En Vivo - Día 2 - TANGO (Presentación Clásicos de Música Argentina) 2009
  • Luis Salinas En Vivo - Día 3 (Presentación Clásicos de Música Argentina) 2010
  • Sin Tiempo. Disco triple. (2010)

  • “Algunas veces estaba triste y pensé en salir a laburar para ayudar a mi madre, y ella me dijo: ‘Yo quiero un hijo feliz, no uno frustrado”, como diciendo: “Hacé lo que vos sentís porque eso es lo que quiero`.”
  • “Todos tenemos una condición natural para algo. No es lo que te gusta, sino lo que podés hacer. El resto es trabajar. No pretendo ser mejor que alguien. Quiero ser el mejor Salinas posible. Mi música, más que nada, tiene que ser fluida y sincera. Si uno no se emociona, el público tampoco.”
  • Luis Salinas ha tocado con B.B. King, Hermeto Pascoal, George Benson, Chucho Valdes, Raimundo Amador, Dino Saluzzi y Mercedes Sosa, entre tantos otros.

                                             

Entrevista a Juan Pablo Fredes (Revista Now)

El futuro del bandoneón
                         
La curiosidad de un niño es un camino con infinitas posibilidades. El origen de un gran hombre está, en parte, en la semilla que se planta en su niñez. Remontémonos a un invierno lejano en la ciudad de Azul, cuando el pequeño Juan Pablo Fredes se agarra un enfriamiento. Su madre lo lleva al doctor Ferro, quien, en su consultorio, tiene una pipa inglesa que llama la atención del niño.
“Me quedé con los ojos clavados en la pipa y le pregunté: –¿Quiere que le haga una? –Mi vieja me quería matar, pero yo continué–: Yo le voy a hacer un dibujito y voy a tratar de hacer una”. “A los dos meses, empecé a juntar raíces de rosas y averigüé que la boquilla se hacía con cuerno de toro. Con una lima vieja y con una morsa que había en la casa de un vecino, más la goma laca para lustrarla que me prestaron en una carpintería cerca de casa, hice una pipa”.
También, gracias a su habilidad, podía hacerles autitos de carrera y camiones, a sus compañeros del Colegio Nacional de Azul; gente de campo y mucha plata, pero sin habilidad en las manos para sacar de un eucalipto una réplica del auto de Fangio, marca Alfeta, un hecho que era muy valorado por sus camaradas.
Juan Pablo estudia bandoneón desde los 8 años. Su padre era albañil, y el bandoneón siempre fue un instrumento muy caro para un obrero, pero con mucho esfuerzo le compró uno antiguo y lo hizo arreglar.
“Cuando lo quise tocar, las manos no me llegaban a las notas finales. En ese momento, pensé que algún día iba a hacer un instrumento para los chicos”.
Aquel pensamiento de la infancia sería un horizonte en los sueños de Fredes. En el recorrido de ese proyecto, vino a estudiar a La Plata y, en seguida, buscó la forma de pagarse los estudios. Un día encontró un aviso en el diario, y así ingresó en la Orquesta de Horacio Del Bueno.
“En la época de la orquesta de Del Bueno, el tango estaba de moda. Los viernes, sábados y domingos teníamos bailes; el lunes también tocábamos en Radio Provincia. Allí toqué cuatro años hasta que después me recibí de contador. Nunca dejé del todo al bandoneón, pero me casé, tuve cinco hijos y había que parar la olla”.

Sobre el bandoneón

El origen del bandoneón es muy discutido. Para algunos, el creador fue Heinrich Band, de quien deriva el nombre del instrumento Para otros fue Carl Zimmermann, quien se basó en la concertina (instrumento antecesor), creada por Carl Friedrich Uhlig.
El instrumento se comenzó a fabricar en Alemania de forma industrial a mediados del siglo XIX. Allí surgen los famosos bandoneones de marca ELA (Ernst Louis Arnold) y AA (de su hijo Alfred Arnold). Con la Segunda Guerra Mundial, se detuvo la fabricación en serie del instrumento.
En cuanto a su llegada a la Argentina, la controversia no es menor. Algunos dicen que un hijo de Heinrich Band vino al país cerca de 1870, y tocó y dio sus primeras lecciones en el centro porteño. Fredes aporta otros datos:
“He leído a algunos investigadores históricos –comenta Fredes– que dicen que en la Guerra del Paraguay había un señor, De la Cruz, que tocaba el bandoneón entre las trincheras. Otra historia, dicha por Piazzolla, es que apareció abandonado en una fonda cuando un inmigrante lo cambió por una botella de whisky”.
Luego, su importación hacia la Argentina fue muy relevante y los pedidos se multiplicaron.
“Hay un antes y un después en la historia del bandoneón. Cuando este instrumento empieza a tener éxito y, por tanto, una gran demanda, la fábrica trabajaba, en un mayor porcentaje, para Buenos Aires. La mayor cantidad de bandoneones aún sigue estando en la Argentina”.
Según una definición de Enrique Fazzuolo: “El bandoneón es un sintetizador del siglo XIX”.

El proceso para descifrar el bandoneón.

“Los primeros días en el taller empezaron cuando me jubilé de Tribunales. Yo fui el administrador de Tribunales durante 29 años y les dije a los jueces: cuando cumpla 60, me retiro porque tengo que hacer otro trabajo. Me decían que estaba loco”.
Fue entonces cuando aprovechó el tiempo libre y se puso a estudiar. Había que empezar de nuevo: física, matemáticas, idiomas y mucho más. Empezó de oyente en la Facultad de Bellas Artes y, en bicicleta con su mochila a cuesta, se entremezclaba con los estudiantes. Juan Pablo preguntaba, anotaba e iba a la biblioteca. En las aulas, conoció a Gustavo Basso, profesor de la UNLP. Basso es un ingeniero especialista en acústica –realizador de la acústica del Teatro Colón que comparte la pasión por el bandoneón y fue quien lo ayudó a analizar el sonido del instrumento.
La búsqueda del conocimiento lo llevó a recurrir al CONICET y a la Comisión Nacional de Energía Atómica.
“Después de tres estudios me confirmaron que el material era zinc en estado de pureza. Se determinó que las lengüetas, una de las partes más importantes, eran de acero 1090 al carbono. También hubo investigaciones sobre cartones, cueros, maderas y resortes de acero inoxidables”.
Luego el ingeniero Carlos Llorente, profesor de Metalúrgica de la UNLP y uno de los mayores conocedores de la materia en el país, le brindó información sobre las lengüetas y de cómo había que trabajarlas. La tornería Marconi lo ayudó con máquinas remachadoras; el ebanista Marcelo Ruggeri hizo las primeras cajas de los bandoneones; pero lo fundamental fue la incorporación de su hijo Germán y de su compañera, Andrea.
“Mi hijo hizo un curso de afinación con Enrique Fazzuolo, que fue el único que nos quiso decir cómo se hacían. Porque generalmente los lutiers no quieren decir nada a nadie; es todo misterioso. Germán hace la afinación y el ajuste final de los instrumentos, y Andrea hace los fuelles. Los esquineros que son de alpaca se hacen con matrices, ya que tenemos las herramientas especiales para colocarlos”.
Después tiene que aparecer la magia de la música… Es como el motor de una Ferrari de Fórmula 1, cuyo sonido resuena hasta encontrar la recepción de aquél oído justo.
“Lo más difícil es el sonido, porque sin una limadura precisa en el lugar justo, el instrumento no suena. Tiene que tener un hermetismo muy bueno, las válvulas de cuero tienen que estar bien puestas. Todo tiene que estar perfecto”.
“Pero además, hay que trabajar con alegría y amor. Cuando uno se equivoca hay que reírse. Siempre recomiendo la película “Zorba, el griego”. Zorba hace un puente de madera, del que las autoridades se enamoran. Pero cuando pasa un carrito el puente empieza a derrumbarse. Todos están preocupados, y Anthony Quinn, quien interpreta al protagonista, dice: ‘¡Nunca he visto un puente caerse con tanta elegancia!’. Finalmente, todos se ponen a cantar y a bailar. Después hacen un puente nuevo que no se cae. Acá tengo la estantería llena de errores, pero al buscarlos salen las soluciones”.

Salvando al fueye. La construcción de los pequeños bandoneones.

Una de las preocupaciones de Fredes sobre el futuro del bandoneón en nuestro país radica en que, actualmente, están en desuso o son vendidos al extranjero, a pesar de que existe una ley, tardía y poco práctica, que los ampara contra la fuga del país y estimula su conservación, construcción y difusión.
“La única posibilidad de que este instrumento siga con vida es a partir de tres cuestiones: 1) la educación oficial en conservatorios oficiales, porque prácticamente no existe, salvo en algunos lugares de Buenos Aires; 2) la enseñanza, que implica la formación de profesores, sino ¿cómo se estudia bandoneón?; y 3) la construcción de instrumentos, cuestión fundamental, dada la falta de ellos. Entonces nosotros estamos colaborando en el segmento de la construcción de los bandoneones”.
 Los F.F (Fueyes Fredes) tienen como objetivo que los niños puedan aprovechar esa etapa ideal para vincularse con el conocimiento del instrumento y que su costo sea asequible para todos los que quieran aprender. Juan Pablo Fredes no busca beneficio personal más que el hacer un gran aporte a la cultura nacional.
“Nuestro objetivo es hacer buenos bandoneones para que el niño pueda estudiar. Después estamos desarrollando el bandoneón normal, el que ustedes conocen, y otro que tiene más notas, llamado bandoneón de concierto. Pero éstos últimos son segunda y tercera prioridad. La prioridad absoluta son los bandoneoncitos”.
“La vinculación de los chicos con el bandoneón se hace a través de los abuelos. Siempre está el abuelo que tocó el bandoneón y que guardó el aparato en algún lado. El padre un día lo encuentra, le saca la tierra y dice: “¿Esto qué es?”.
En la Argentina, el bandoneón es un misterio del tango. Una voz cuyo eco se resiste a ser silenciado con el paso del tiempo. En el mágico taller de Juan Pablo Fredes la rebeldía de su espíritu sigue soñando bandoneones para el futuro.

  
Notas extras

·        Las dos réplicas de la Copa Intercontinental ganada por Estudiantes de La Plata en 1968, fueron realizadas por Fredes.
·        Durante la presentación del primer bandoneón de Fredes, llevada a cabo en Ciudad Autónoma a fines del 2006, se generó el contacto con Rodolfo Uhlig, descendiente del creador de la concertina. En octubre pasado, Uhlig visitó el taller de Fredes con el objetivo de ofrecerle los planos originales, para encargarle una réplica del instrumento.



Entrevista a Dimas Suffern Quirno (Revista Now)

Corazón de rugby

El destino quiso que la familia Suffern Quirno abriera una sucursal en La Plata para vender los motores Perkins que comercializaba. Entonces allá por 1967, Martín y Elina, quienes vivían en Capital Federal, decidieron trasladarse y seguir construyendo sus vidas en nuestra ciudad. Algunos de sus amigos, Pedro “Cacho” Grossi, Osvaldo Beti y Miguel Ángel Salvador, los acercaron a La Plata Rugby Club.
 La pasión de Martín Suffern Quirno por el rugby y por La Plata Rugby se desarrolló de una manera integral: como un esforzado pilar en la cancha; luego como entrenador de juveniles y del plantel superior de la Primera División, y de la Selección Juvenil de la URBA; como parte de la comisión directiva del club, en donde fue analista del juego y transmitió sus conocimientos. Pero, sobre todo, se resalta la generosidad con la que transmitió su capital humano y los valores que supo sembrar.
Su participación en el mejoramiento de las canchas; en brindarse hacia los demás para crecer juntos y compartir la alegría de la camaradería –con el lema “ante la adversidad dientes apretados”–; en colaborar con todo aquello que pudiera hacer más grande a su lugar en el mundo y en ayudar a preservar una historia que le diera una identidad al club, fueron muy importantes para la institución. Él fue el creador del “símbolo del roble” que representa a La Plata Rugby Club.
Martín nos dejó hace algunos años, pero su legado continúa. Muchas personas han tomado la posta para continuar con el crecimiento del club, uno de ellos es su hijo: Dimas Suffern Quirno, capitán de la Primera División.
En una carta abierta al club, Dimas empieza diciendo:
“Me levanté el domingo en Gonnet y lo primero que hice fue darle un gran abrazo a mamá y agradecerle por haber elegido, allá por la década del 70, junto a mi viejo, venir a vivir a La Plata y, en ese cambio, haber elegido a La Plata Rugby Club, mi casa”.
Ese domingo que menciona Dimas era muy importante. Luego de que el club fuera designado como sede de las instancias finales del torneo de la URBA 2010, La Plata Rugby derrotó en semifinales a Hindú, tetra campeón del torneo, y se preparaba para jugar la final contra San Isidro Club (SIC). La historia ya es conocida: el SIC derrota a La Plata y se consagra campeón.
En el tamiz de Dimas, a pesar de la tristeza por la derrota, queda mucho más.
La idea es que somos parte de un proceso que viene de muchos años atrás: debemos seguir subiendo escalones como institución, como personas, como jugadores, seguir creciendo en lo “rugbístico” y en la infraestructura, ya que hay que terminar las habitaciones proyectadas, mejorar las instalaciones del buffet y el quincho; y todo esto es más fácil si está acompañado por un buen momento en lo deportivo.”
La designación para ser sede en las instancias finales del torneo fue un gran desafío. Todos dieron lo mejor de sí para que la representación del club fuera la mejor posible y estuviera a la altura de las circunstancias.
“Mucha gente que estuvo siempre y mucha que se acercó para colaborar trabajó el doble de lo habitual. Los juveniles venían a pintar los vestuarios; los “Pelusones” (los chicos de “chapería”), trabajaron casi 12 horas diarias para pintar las líneas de las canchas y cortar el pasto; la intermedia y el resto de jugadores también ayudaron a cualquier hora durante las 3 semanas de sparring; incluso aquellos que fueron a concentrar como reserva y ni siquiera fueron suplentes”.
También fue muy importante, en distintos aspectos, el aporte de los ex jugadores.
“La importancia de tener a alguien con la experiencia de Germán Llanes en su función coordinadora y con la idea de entregar en el campo sus conocimientos sobre el juego; a Matías Zuccheri, como entrenador y médico colaborador; al “doble” Camilletti con el scrum, a cochi Pellicena como entrenador de pases, a Oriozabala, que siempre da una mano; al mono Meneses; a Agustín Carrara; a Rolo Porreca, que hace couching y, a su vez, es nutricionista; así como tantos otros”.
La voz del capitán refleja un sentido de pertenencia hacia el club, que quiere expandir a los demás. Un llamado para que ex jugadores vuelvan al club y continúen con la cena de las camadas, para que cada uno, desde su lugar, utilice las instalaciones, asista a los partidos de la Primera y colabore desde sus conocimientos personales
La idea es vivir el club para que forme parte de uno, y uno forme parte del club, y sentirse así parte de un todo.
“Quizás no nos damos cuenta de lo que generamos quienes jugamos en Primera en un chico de Menores de 15 o cuando ayudamos en una división Juvenil. Es muy bueno que te puedan ver jugar en Preintermedia o en Primera llevando a cabo algo de lo que les intentas explicar. Es una forma de devolverle al club algo de lo tanto que nos dio”.

 El orgullo de ser “Canario”

La pasión que refleja un deporte esencialmente amateur, como el rugby, es latente en los valores del día a día.
“Cuando uno juega, trata de hacerlo de la mejor manera. Uno de los mensajes que trato de dar es que en la semana nos tenemos que preparar para explotar el sábado todo lo que hayamos entrenado. El lunes, ir al gimnasio, estar bien hidratados, tener una buena semana de entrenamiento, descansar bien; todo con el objetivo de llegar a los partidos de la mejor manera”.
“Se necesita humildad, sacrificio y horas de laburo para mejorar en lo grupal, en lo individual, en el entrenamiento invisible que te hace progresar y enchufar al que tenés al lado y hacer que quien esté afuera forme parte también. Dar el ejemplo. Que vean que te matás entrenando para mejorar día a día. Que seas un espejo para que los chicos se reflejen y aparezcan las ganas de querer pertenecer y jugar, algún día, en la Primera”.

Aquellas caras pintadas de amarillo, las lágrimas de la derrota, el aliento de la gente y la vuelta a casa con el sabor amargo de la impotencia no fueron en vano.
“Esta vez, las cosas se dieron así. Para ganar, tal vez, primero hay que perder. Haber visto al club ese sábado en la final no puede ser otro que un mensaje que nos dice que este debe ser el camino a seguir. Es verdad, no se ganó un título, pero se ganaron muchas otras cosas, porque ser amarillo no es compartir solo un color, es compartir la historia, el arraigo, las penas, las alegrías y las enseñanzas”.


Entrevista a Alfredo Casero (Revista Now)


Mister Caserian

Atravesar el umbral del absurdo es un desafío. Una vez allí el aparente caos es punto de partida, un juego que hay que saber jugar. En una exposición, una señora se acercó a Pablo Picasso y le preguntó qué significaba un cuadro que tenía delante de él. El pintor español le respondió: “Señora, si yo le explicara el cuadro usted entendería la explicación, no el cuadro”.
Alfredo Casero se resiste a las explicaciones, mantiene un frágil equilibrio entre el caos y la libertad creativa.

¿Cuáles son tus primeros recuerdos en cuanto a lo humorístico?
            Creo, como todos, los dibujitos de Warner. No… El humor viene más adelante. Recuerdo que me gustaban las películas antiguas. A mí me decían que Pepe Arias tenía que ser gracioso, pero no entendía por qué Pepe Arias tenía que ser gracioso. Le decían a un chico que Fidel Pintos debía ser gracioso, pero para un chico Fidel Pintos no era gracioso.
            Algo destacable de Olmedo es que lo primero que hace notorio es para niños. Uno desde chico empieza a descubrir que es lo que te da gracia. Otro que me hizo reír  mucho de chico fue Porcel, que trabajaba en la Revista Dislocada.
Había visto algunas películas también. Había mucho cine de la década del 40 y del 50. Vos veías una película en la década del 70 y ya tenía 25 años. Pero si ahora ves una película filmada hace 25 años, percibís el humor de esa época de una forma que te hace reír. También había mucha porquería, como también había cosas de Olmedo que no eran graciosas.
            El primer gran cómico que conocí fue Pepe Iglesias, el “Zorro”. Creo que fue el más grande. Era un tipo muy preparado en un montón de cosas. Recuerdo que sabía silbar de una manera muy rara. Era un tipo genial con muchos “yeites”: se acostó con Rita Hayworth, admirada en todas partes del mundo.

            ¿Cómo te relacionás con el absurdo y lo cotidiano?
Lo absurdo es algo que pasa. Cuando buscás el absurdo, te sale como si fuera una de esas propagandas que hacen los creativos publicitarios que creen hacer algo absurdo. Uno se ríe del absurdo; es algo que pasa. Pero también te podés abstraer de ver el absurdo. Por ejemplo, el nihilista ve lo absurdo como algo estúpido.

¿Qué cosas te hacen reír?
La historieta “quinqui”, la Macacha, mi perro Leoncio, muchas cosas de Capusotto, mucho de Alberti, mucho de Cha Cha Cha (cosas que hice que no puedo creer que hice), Benny Hill, algo de Los tres chiflados, el humor de los uruguayos y más.

Identidad

“La identidad es la visión que uno tiene de sí mismo a medida que va haciendo las cosas. Por más que yo pague mil dólares, no puedo sentarme a ver mi show. No me puedo ver a mí mismo. No cambio mi ser por lo que yo hago; yo voy haciendo a medida que cambia mi ser.”
            Podríamos decir muchas cosas de Alfredo Casero, pero aprovechamos este espacio para desmentir un rumor echado a correr por el satánico Dr. Branislav Sarlanga, (descendiente de un jugador de Boca de la época del ñaupa), un archienemigo totalmente ignorado por Casero, oriundo de la ciudad española de Granadina y actual residente de Oslo.     

            ¿Es verdad que está iniciando una campaña para exportar pelucas a Noruega?
            Es falso, porque hoy se hacen unas excelentes pelucas en Noruega. Además no tenemos la cantidad suficiente de pelo de muerto para exportar allá.
           
            Caserian Experimendo

Uno de los proyectos que más le interesa a Casero en la actualidad es “Experimendo”. Son jornadas experimentales y de improvisación, con la presencia y asistencia de Alfredo Casero, que se realizan desde septiembre de 2010, pero ¿quién mejor que él para contarlo?  

 ¿Qué es “Experimendo San Luis”?

Son cuatro días + diez personas + Alfredo Casero + lo que traigas.

¿Ubicación?

82.600 metros de la Capital Federal, a 1400 metros de altura
(no hay mosquitos, pero sí comida rica). Donde todo se autogestiona.
Es el lugar donde originariamente me reunía con mis amigos que venían del exterior: músicos, artistas, bomberos, agricultores, tirabombas, porteros, entre otros.

¿Puedo participar?

Ooouu yes! Es para todo aquel que está buscando y no sabe bien qué  –igual que yo–, pero intercambia figuritas y se abre a lo que viene, como si la magia se tratara de eso. Es para todo aquel que piensa que cualquier cosa que tenga que ver con la actuación mejorará su calidad de vida o su trabajo. Si te dedicas a los negocios, si sos juez de la Nación, si sos actor, si sos electricista, aficionado al waterpolo que necesita explicar convincentemente por qué no gana; o político en etapa larvaria, también podés participar.

¿Es terapéutico?

No, ni ahí. Desde ya, todo lo que es para el alma creo que es terapéutico. Pero la idea no es hacer una terapia alternativa con gente que se rasca, sino, la utilización de las ideas propias, del estudio de cómo hacer para llevar adelante –hacer tangible– las ideas viejas que no se llevaron a cabo por alguna causa.

¿Y qué actividades hago?

Peinatura del chancho a favor del pelo; interesantes mesas redondas, ¡todas realizadas absolutamente en mesas cuadradas!, aunque algunas también en mesas rectangulares.

¿Por qué no me explica claro?

Son cuatro días. ¿Hasta ahí está claro?
Se come rico. Y daré un entrenamiento para actores, porque a todos los que han trabajado conmigo les ha ido muy bien.

¿Es solo para actores?

No. Lea la pregunta número 3.

Soy técnico en lavarropas, ¿puedo ir?

Of cors, querido. ¿Quién mejor que Casero para enseñarte a convencer a una vieja de que le cambiaste los rulemanes y no se los cambiaste nada?
Si vos sentís que cambiaste los rulemanes desde el corazón, los rulemanes están cambiados.

Y si no entendiste o no te parece, tenés razón de no entender porque esto no es para cualquiera.

Comunícate con la srta. Babusci al (011) 1554250137    

·       (Extracto sacado de “Precundas Frecuendes” del blog de Alfredo Casero: www.caseroexperimendo.blogspot.com)    

Leonardo Da Vinci (Revista Now)

Leonardo Da Vinci: El cocinero secreto

La historia de Leonardo Da Vinci nos muestra las dimensiones inconmensurables de su genialidad. En este caso nos centraremos en su particular relación con la gastronomía. Descubrí con NOW! la pasión menos conocida de un artista universal.

            Leonardo Da Vinci nació en la pequeña ciudad de Vinci, cercana a Florencia, en 1452 fruto de una relación informal. Antiguamente, la familia de su padre había tomado como propio el nombre de su ciudad natal. Un padrastro que era repostero le enseña el gusto por los dulces y la comida en general. A partir de su afición al dibujo, a instancias de su padre, ingresa como aprendiz en el taller de Andrea del Verrocchio, pintor y escultor italiano. Luego de limpiar pinceles y otras actividades menores propias de un novato, Leonardo va nutriéndose de los conocimientos multidisciplinarios del taller de Verrocchio. En esta época comenzará nuestro relato sobre la vinculación de Da Vinci con la cocina.

Los primeros pasos de Leonardo

            Para afrontar sus gastos, a los 17 años, Leonardo trabaja por las noches de camarero y ayudante de cocina en la taberna Los Tres Caracoles. De día su trabajo se concentraba en su intensa imaginación creativa a través de la pintura y otras formas artísticas, pero de noche pensaba en su independencia gastronómica. Algún tiempo después, se produce misteriosamente la muerte de todos los cocineros de la taberna, entonces Leonardo decide hacerse cargo de la dirección de la cocina. En esta nueva etapa hace cambios drásticos en el menú: realiza platos más livianos y delicados, pequeños pedazos de comida tallados, presentados de una forma elegante, y que dan forma a lo que siglos después sería llamado la Nouvelle Cuisine. Pero estas modificaciones no hacen más que enfurecer a los habituales comensales de la taberna, que acostumbrados a una abundante polenta con desprolijos y enormes pedazos de carne, piden a gritos la cabeza del nuevo cocinero. Da Vinci es despedido y se salva por poco de que los parroquianos del lugar lo linchen; pero sus experimentos gastronómicos tendrán una nueva oportunidad.
            La misma taberna es incendiada luego de un enfrentamiento entre bandas rivales de la ciudad de Florencia. Entonces, Leonardo decide, junto a su amigo y colega Sandro Botticelli, otro gran artista del Renacimiento, abrir su propio restaurante, al que bautizan como La enseña de las tres ranas, y que es decorado con dos pinturas de los jóvenes artistas. Pero el nuevo emprendimiento es un fracaso absoluto. Nadie está dispuesto a pagar por uno de los platos principales: una solitaria anchoa escasamente acompañada por unas delgadas láminas de zanahorias refinadamente ordenadas.

Da Vinci y Ludovico Sforza

Años después, Da Vinci decide cambiar de aires y a esto lo ayuda la recomendación de Lorenzo de Médici, gobernante de Florencia, a Ludovico Sforza, Duqué de Milán. Bajo el mecenazgo de Ludovico, Leonardo realizó proyectos en diversas áreas, pero su afición por la gastronomía tendría siempre un lugar en sus planes. Uno de sus proyectos frustrados fue organizar el menú de bodas de una sobrina de Ludovico. Aquí detallamos la propuesta de Leonardo:
- Una anchoa enrollada descansando sobre una rebanada de nabo tallada a semejanza de una rana.
- Otra anchoa enroscada alrededor de un brote de col.
- Una zanahoria, bellamente tallada.
- El corazón de una alcachofa.
- Dos mitades de pepinillo sobre una hoja de lechuga.
- La pechuga de una curruca.
- El huevo de un avefría.
- Los testículos de un cordero con crema fría.
- La pata de una rana sobre una hoja de diente de león.
- La pezuña de una oveja hervida, deshuesada.

Sforza rechazó la propuesta de Da Vinci y ordenó un menú más abundante que consistía en salchichas de cerdo, patas de cerdo rellenas, terneras, pasteles, entre otros alimentos que finalmente integraron el gran banquete.

La última cena

               La comida también tuvo su participación en una de las más grandes obras de Leonardo: La última cena. Ludovico encarga a Leonardo la pintura de un mural en la iglesia Santa Maria delle Grazie. Cuenta la leyenda que una de las tantas causas que demoraron la realización de la obra fue la experimentación que hizo Leonardo para determinar cuál debía ser la comida ilustrada en la cena en donde Jesús le anunciaría a sus doce Apóstoles que uno de ellos lo traicionaría. El Prior de la iglesia, ante la demorada finalización de la obra y la disminución de sus provisiones debido a los ensayos gastronómicos del pintor, interpela a Ludovico Sforza para apurar a Da Vinci.
               Finalmente, transcurridos cuatro años, una de las máximas creaciones de la humanidad había terminado, y así empezaría su fama mundial, un deterioro progresivo, múltiples restauraciones y copias, y un sinfín de misterios en torno suyo. En algunos estudios recientes se indica que el menú ilustrado, que queda en un segundo plano ante las emociones expresadas en el cuadro, fue anguilas a la parrilla con rodajas de naranja y puré de nabos.

Codex Romanoff. Leonardo y sus inventos relacionados con la cocina

            En el período que comprende su estadía en Milán bajo el mecenazgo de Ludovico Sforza, Leonardo habría escrito el Codex Romanoff (cuyo nombre deviene de la futura posesión de unos coleccionistas rusos), un texto diverso referido a cuestiones culinarias, de protocolo en la mesa, diversas recetas con ingeniosos análisis y otros menesteres. La autenticidad del escrito y la autoría de Leonardo son ampliamente discutidas, pero nos permiten revivir la curiosidad por conocer algo más sobre estos aspectos tan poco conocidos.
            En cuanto a los inventos de Leonardo Da Vinci relacionados a la cocina, podemos decir que algunos le atribuyen la creación del sándwich, al que habría llamado “pan con sorpresa”; el desarrollo de los fideos, de origen chino, al que denominó “cordel comestible que amasado con harinas y agua de lluvia alimentará ejércitos”; la creación del tenedor tridente para sujetar mejor a los fideos, y la aparición de la servilleta.
Leonardo también ideó artefactos de cocina novedosos para la época que no sólo fueron originales, sino que también obtuvieron dispares resultados. Podemos aquí nombrar a una trituradora de vacas, máquinas para hacer espaguetis; un tambor mecánico con manijas para generar música que animara a los cocineros; un asador automático que contaba con una hélice en la chimenea que giraba a la comida sostenida por un espetón; un sistema de cepillos giratorios tirado por caballos para limpiar el piso de la cocina; un artefacto con martillos alrededor de los barriles de agua para impedir que las ranas salten en su interior; un sistema que esparce agua desde la parte superior para evitar los incendios en las cocinas; una cocina cuyos leños son cortados por una sierra circular antes de ser introducidos; un circuito de agua caliente a través de tubos, entre tantas otras cosas.

Un hombre universal

Todos estos inventos están teñidos de disquisiciones a favor y en contra en cuanto a su real utilidad, ya que muchos de ellos necesitaban un esfuerzo enorme de gran cantidad de personas o fuerza animal para activar sus mecanismos, lo que era contraproducente en cuanto a su practicidad y a su resultado final. Pero con el paso del tiempo, se lograron varias ideas de Da Vinci a los efectos de los avances técnicos, que solucionaron muchas de las cuestiones que Leonardo trataba de resolver.
Leonardo Da Vinci fue un hombre excepcional que abarcó sus investigaciones y prácticas en áreas tan diversas como la ingeniería, la arquitectura, la pintura, la escultura, la gastronomía, la mecánica, la medicina, la botánica, la música, la anatomía y tantas otras. La ciencia y el arte eran campos abiertos para sus investigaciones y sus creaciones.
En un estudio sobre Leonardo, Sigmund Freud hace referencia al poeta ruso Merezhkovsky, quien dice que Da Vinci parecía un hombre que había despertado en la noche y velaba en las tinieblas mientras los demás dormían. La generosa luz de su genialidad aún nos sigue alumbrando.         


Entrevista con Liniers (Revista Now)

Planeta Liniers

 El hombre se llama Ricardo Liniers Siri. Su segundo nombre, con el cual firma sus obras, fue elegido por sus padres debido al parentesco con el virrey Liniers. En una charla con Now!, hablamos con uno de los historietistas más interesantes de la Argentina.

Tu padre era abogado, y te habían marcado cierto rumbo a seguir. ¿Cómo fuiste encontrando tu camino de dibujante?

Empecé estudiando Derecho. Tenía, claramente, una confusión. Pensaba que en algún lado mío tenía genéticamente algo de abogado. Busqué cometer errores: lo mío es ser pro error. No sé si hubiese sido dibujante si me hubiese anotado en una carrera para ser dibujante. Pero como me anote en una carrera que era tan poco para mí, fui desesperadamente a tratar de encontrar algo que me gustara mucho.

¿Qué crees que perduró en vos para que termines siendo lo que realmente querías ser?

Creo que el ver justo lo que no quería ser. Ese error tan gigantesco me empujó mucho para conseguir que lo otro funcione.

¿Cómo se te ocurre lo que haces?

Hago cosas que me gustaría ver a mí. Como por ejemplo, cuando dibuje a mano cada una de las 5000 tapas de la primera edición de mi libro Macanudo 6; lo hice porque me gustaría ir a una librería y ver al dibujante que me guste, volverse loco y dibujar las tapas a mano. Cuando iba a la Feria del Libro con la escuela, me gustaba ver cómo Quino y Fontanarrosa dibujaban. Entonces, al relacionarlo con lo que hago con Kevin (Liniers dibuja mientras Kevin Johansen toca sus temas), pienso que si a mí me interesaba, quizás le interese a la gente.

¿De qué forma se produjo ese eco con el otro en el intercambio? El hecho de saber que a otros les gustaba lo que hacías y que podías seguir haciéndolo…

Eso es una felicidad total, porque en algún momento me di cuenta de que podía trabajar de esto y de que iba a ser mi trabajo el resto de mi vida. ¡No lo puedo creer! ¡Quería ser astronauta y me salió! Un absurdo total (risas). 


¿Cuáles son tus proyectos en lo inmediato?

Sigo con Macanudo (su tira humorística en el diario La Nación). Mientras me divierta lo voy a seguir haciendo y después veré… Mi futuro es eso: es como si ya estuviera muy malcriado en el sentido de que me gusta mucho todo lo que hago. Entonces si hago algo que no me guste estoy arruinado. Así que mientras encuentre cosas que me diviertan, como lo que hacemos con Kevin, las tapas de los discos, cosas que no tengan que ver con Macanudo, igual las voy a hacer feliz, y Macanudo va a durar hasta que me aburra, porque si lo hiciera no lo podría crear.

Con respecto al trabajo con Kevin, ¿cómo vas armado lo que hacés en conjunto con lo musical?

Kevin tira su música, y yo lo sigo con los dibujos, la verdad es que es así. Aunque últimamente yo tiro mi música (risas).  Muchas veces no sé qué es lo que voy a dibujar. Voy a donde me lleva el tema y todo toma de sorpresa a todo, y eso es muy lindo.

 Liniers ha realizado el arte de tapa de músicos como Lisandro Aristimuño, Andrés Calamaro y Kevin Johansen, entre otros. Ha realizado muestras de pintura y editado libros, además es el creador de la Editorial Común.




Entrevista con Juan Sebastián Verón (Revista Now)

La herencia de un sentimiento


Nobleza obliga es una frase que conlleva una capacidad, una responsabilidad, un honor que cumplir. Juan Sebastián Verón ha sabido llevar con creces el legado de su padre, los valores de los hombres que han hecho grande a Estudiantes de La Plata y ha expresado en los niveles más altos el sentimiento distintivo que une a toda la hinchada pincha. 

¿Qué significaba para vos en tus comienzos ser futbolista?
-          Antes de empezar… poder ser jugador profesional, disfrutar de lo que hacia. Después te vas alimentando un poco de todo lo otro, de todo lo demás; pero los sueños, las ilusiones y la ambición va creciendo a medida que vas desarrollando lo que haces.
¿Cómo fue ese proceso de acompañar a tu papá, en los entrenamientos cuando eras chico, hasta llegar a tu carrera profesional?
-          De lo primero, era muy chico, tengo imágenes vagas de mi viejo futbolista o acompañándolo. Después sí, viví un poco lo que pase dentro del club, el proceso de inferiores, el acompañarlo al trabajo cuando entrenaba acá en el country.
¿Cómo te fue transmitiendo esos valores y esa identidad de club que tiene Estudiantes?
-          Y eso con los años, sobre todo en la adolescencia, cuando sos un poco más grande y tenes conciencia de lo que haces; y sobre todo tenes conciencia de lo que te rodea. Eso lo vas aprendiendo de la misma gente que trabaja acá, que ha convivido siempre en el club.
¿Cómo lo transmitís vos a nuevas generaciones? ¿Cómo lo sentís desde este nuevo punto de vista?
-          Con el ejemplo y con lo que viví; cada uno lo transmite a su manera, creo que la experiencia en esto es lo mejor que vos poder dar a los demás.
¿Cómo definirías esos valores, que significa la mística de Estudiantes y esa idea de club que a lo largo de los años fue creciendo y se mantiene?

-          Los valores son primero valores de trabajo; después de la humildad, del no bajar los brazos nunca, de seguir más allá de la adversidad, del compartir, del ser solidario. Digamos… son cosas de las que vos te vas nutriendo sobre todo acá adentro del club, y más que nada cuando compartís un grupo.
En tu intención de ser dirigente, ¿cómo ves la función social de Estudiantes a futuro y esa continuidad del proceso del que hablábamos?
            - En una sociedad que es cada vez más despareja… en donde la clase media va desapareciendo…, la función social hoy, más que nada, hay que apuntarla hacia los que menos tienen. En darle ese lugar para que el chico no pase tanto tiempo en la calle, para que las personas se puedan encontrar en un lugar común, darles espacio para que crezcan. Para que a través del deporte, como nos pasó a nosotros, puedan aprender y puedan saber de esos valores; y obviamente que a partir de eso los chicos vayan creciendo y puedan tener un espacio común para desarrollarse donde quieran.




Entrevista con Kevin Johansen (Revista Now)


El príncipe mestizo

Descubrir a un músico es un hallazgo que se disfruta, que se socializa a través de la escucha compartida. En ese proceso, Kevin Johansen sale ganando, su música se ha transmitido de boca en boca y ha crecido notoriamente. Conoce su historia en Now!, a través de la entrevista que nos concedió luego de su espectáculo en El Teatro Bar de La Plata 


El azar nómade de Kevin Johansen empieza con su nacimiento en Alaska, lugar adonde había ido su padre norteamericano, junto con su mujer argentina, por haberse negado a ir a la guerra de Vietnam. En la película Noches blancas, se dice que existen dos tipos de personas en Alaska: quienes fueron porque huyeron de algo o quienes nacieron ahí. En esa combinación se forja el espíritu inquieto de Kevin. Denver, Arizona y San Francisco formarían parte de su itinerario yanqui, hasta que, en su adolescencia, desembarca en la Argentina, con un paso por Uruguay, en donde empieza a relacionarse con la música.

El descubrimiento de este nuevo rumbo con raíces maternas fue muy importante. “Si bien era niño, sabía que había una conexión fuerte con el país, y a partir de ahí todo se intensificó” recuerda Johansen.

Luego, ¿volvés a Estados Unidos para redescubrir el lugar en donde habías pasado los primeros años de tu vida?

Exactamente. De algún modo me salió, porque me puse de novio con una bailarina argentina que quería ir a estudiar a Nueva York. De paso me sirvió para saber cuánto de mí pertenecía al norte. Fue un flash estar en una ciudad como Nueva York, que la reconoces por las películas, la historia; lo apabullante que es un lugar así. El hecho de sentir que había mucho tano, mucho judío, mucha mezcla, mucho adoquín; una ciudad que se camina muy parecido a Buenos Aires. Después conocí a amigos argentinos que eran superneoyorkinos, estaban superadaptados y eso me hizo sentir muy cómodo. Fue una ciudad muy linda para mí.

¿De qué manera te nutriste del ambiente para formar tu identidad musical?

Tuve la suerte de encontrar una casa artística que fue el CBGB. Encontrar al viejo (Hilly Kristol) que era el dueño de ahí y que vio en mí algo que le llamo la atención.

¿Cómo lo conociste a Kristol?

Tocando en el CBGB, un martes a la noche, en donde nuestro público eran tres amigos y quince personas, y este señor que parecía uno de los ZZ Top, con panza de cerveza, muy alto. Y bueno… me junté con él, y se armó la historia: “foguéate”, “graba acá”, “toca”, “están buenas las canciones”. Era un tipo muy sencillo. Todo eso fue muy bueno para mí. Tener un lugar con historia, un tipo que te contaba cosas de Los Ramones, de cómo los había descubierto, de Blondie, de toda la gente que conoció. Todo contado de una manera muy natural, muy a tierra. Ahí empecé a hacerme músico.

¿Cómo fue tu proceso creativo que absorbía ese multiculturalismo? ¿De qué manera lo expresabas en una canción, en tu forma de ser?

Kristol hacía hincapié en eso. Notaba esa cosa de componer un poco en inglés, un poco en castellano, él me decía que tenía que juntar las cosas, no separarlas, tenía que hermanarme un poco con las dos culturas y que salga lo que salga. De ahí salió “Guacamole” y otras canciones, que tenían esa mezcolanza, esa ensalada cultural que tengo. Además, por suerte, me acompañaron personas que eran de otros países: argentinos arraigados, cubanos, árabes, israelíes, afroamericanos, que también les gustaba la música y me ayudaron a armar el primer pedazo de proyecto que fue The Nada.

La música de Johansen está llena de ingenio y posee la sorpresa del humor que contrasta la tristeza para entenderla mejor; el arco de su voz se tensa y se libera en su bilingüismo. Es extranjero y paisano de muchos lugares. Un mezclador que juega con el argot de su imaginación y sabe que lo más importante, lo que queda, es la canción.

En un mundo, a veces, tan incomunicado, ¿cómo sentís que esa fragmentación se relaciona en los distintos países en los cuales vos tocás?

Creo que evidentemente hay una cosa universal que tiene la música en sí. Como decía el senegalés Youssou N'Dour: “La música es el primer idioma”. Es un comunicador que traspasa todas las barreras de lenguas, de culturas y de códigos que tenemos. También, en un momento del mundo en donde todo está más cerca, a pesar de la tan defenestrada globalización, el aspecto bueno es que nos conocemos más las mañas. Lo notas mucho en Latinoamérica con los chilenos, que nos tienen más cariño; el uruguayo; el colombiano; incluso el brasileño, que tiene otra idioma, pero nos caza más la onda. Miramos para el Sur; antes mirábamos más al Norte o a Europa. Ahora nos pusimos a mirarnos más acentuadamente en los últimos veinte años y tenemos la sensación de saber cuáles son los déficits y las riquezas que poseemos.

Más allá de los localismos, ¿qué cosas son recurrentes en tu forma de sentir la música, en cuanto a los temas que tocas y a las formas del decir?

Pasa por diferentes motivos. Hay diferentes aspectos de la canción: uno de ellos es que me gusta sorprender, romper los moldes de la canción tradicional. También en cuanto a las temáticas, por ejemplo, que no sea un haraquiri del tipo: “me muero sin tu amor”. A mí me gustan los discos de los artistas que admiro cuando hay variedad: temas sobre una cuestión social, sobre una belleza absoluta, uno más rockero, otro que te ablande. Pero bueno comunicar las cosas no es fácil. A veces las encontrás, a veces no. Es un andar disco a disco.

¿Qué mirada tenés sobre tu música en el futuro?

No sé… Tengo la esperanza de que algunas canciones perduren en el tiempo, que lo que uno hace sea paulatinamente popular. Tengo una fantasía muy sencilla: la del cancionista que sueña con que el kiosquero, la señora que barre la vereda o el pibe que va a jugar al fútbol silben una melodía de él. Contar algo que llame la atención, que abra la cabeza, que dé placer y curiosidad. A mí me pasa con una canción también; de repente una frasecita sola te pega, y vos pensás: “Ah ¿por qué pusieron esto?”, y entonces lo averiguas. Es como un gancho; vos sos el pez que por la boca muere con una canción. Eso es divino cuando te pasa con otra gente.

Kevin and Liniers

Kevin Johansen interactúa en sus espectáculos con el dibujante Ricardo Siri, más conocido como “Liniers”. Johansen toca, y Liniers ilustra el tema sobre un papel que el público ve a través de una pantalla y también se anima a tocar la guitarra y a cantar.

“Liniers es un tipo que viene de otra disciplina. Nos disfrutamos mucho. Lo nuestro se dio, de algún modo, como el libro que hicimos juntos: Oops!, tan involuntario como un estornudo. Como dos pibes en la plaza: — ¿Querés jugar en el arenero?— ¡Dale! Creo que la gente lo disfruta mucho por eso también, porque se nota que hay una química muy simple, de amigos.”


Entrevista con Lito Cruz (Revista Now)


El teatro de los sueños

La historia de un hombre está hecha de una esencia que se relaciona con sus circunstancias. Lito Cruz es aquel chico de Berisso, es el rey Lear y San Martín, es actor, director, profesor; es un hombre de teatro. Expresa una idiosincrasia personal que se nutre de las experiencias de la vida y del arte.

 Alguna vez el maestro Tabárez, actual técnico de la selección uruguaya de fútbol, dijo que “la patria es la infancia”. ¿Qué recuerdos tenés de tu niñez?
-         Yo creo que el infante recibe todas las impresiones que lo van a marcar durante toda su vida, a través de la educación, de la pertenencia a una etnia, por su propio ADN, etc. Uno de chico jerarquiza cosas de la realidad. Por ejemplo, alguien jerarquiza los sonidos –un tenedor es sol– y, con el tiempo, esos sonidos, que son las impresiones, pugnan por salir en la época de la expresión, y el tipo se convierte en un músico.

¿Cómo era tu mundo en Berisso?
-         Era el mundo de las conductas humanas. Imaginate… un lugar como Berisso, en donde había 74 colectividades; cada una tratando de rescatar y conservar sus orígenes por medio del canto, del baile, de la religión, de la música, de la manera de danzar y del lenguaje. Ellos querían rescatar sus raíces de la guerra por la que llegaron a la ciudad, huyendo del hambre y del peligro de muerte. Y lo hicieron por medio del teatro, del espectáculo, de la celebración y de la ceremonia. Durante mi infancia en Berisso, creo que jerarquicé las conductas humanas. Esas conductas pugnan por salir, y el arte es la expresión de las impresiones de la vida.

¿De qué manera te vinculaste al teatro?
-         No fue algo consciente. A los 15 años, simplemente fui al Hogar Social en la calle Nueva York de Berisso. Había un grupo de teatro y me anoté, pero, al principio, no lo elegí como forma de vida. Creo que el teatro me fue eligiendo a mí. Terminé la escuela secundaria y empecé Arquitectura, mientras hacía teatro. Poco a poco y sin darme cuenta, tomé al teatro como el eje central de lo que iba a elegir como disciplina de vida. Empecé con la actuación, después se fueron agregando la energía de aprender, la dirección, la enseñanza, y así me terminé vinculando con todo el espectro teatral: la escenografía, las luces, la música, etc. De alguna forma, me llené de teatro, para que mi trabajo como actor sea un engranaje más de todo ese mundo.

Cuenta el recuerdo que en la calle Nueva York de Berisso había un bar en donde Lito Cruz era mozo. En un frigorífico cercano trabajaba Federico Luppi, quien era un parroquiano habitual del lugar y, entre charla y charla, le transmitió la pasión por el teatro y su rol social. Al respecto Lito nos cuenta:

De ahí fue mi ingreso al movimiento teatral independiente de toda la Argentina, donde se tenía la convicción de que el teatro estaba cumpliendo una función social. El teatro apareció como un movimiento contestatario a los procesos de gobierno, a las dictaduras, a una cantidad de cosas que generaban una mirada diferente sobre la realidad que se vivía en el país.

¿Cómo siguió el proceso formativo con tu viaje al Instituto Universitario de Chile?
-         Me fui a Perú a hacer un poco de televisión. Después vi un espectáculo extraordinario que se llamaba ¿Quién le teme a Virginia Woolf? de Agustín Siré, un actor monumental. Siré estaba veinte minutos sin hablar sobre el escenario, y yo me preguntaba: “¿Cómo hace para tener tanto interés?”. Le pregunté y me contestó: “Y nada… pienso”. Me di cuenta de que el pensamiento era algo palpable, una energía que está en el escenario, que aunque no se ve, se siente. Quise estudiar con él, y me invitó al teatro de la Universidad de Chile (ITUCH), la escuela más importante de Latinoamérica. Me tomó el examen Víctor Jara, mi profesor de actuación durante mi primer año. Jara consolidó en mí la idea de que el teatro realmente tiene una función social, como él la tenía como músico y autor de sus canciones. Él me contagió la idea de que uno se tiene que pensar como artista y, por eso, tiene que hacer un trabajo de técnica permanente. Dado que lo que uno hace está destinado a la sociedad, tenés que poner el granito de arena para ser útil al proceso de pensamiento que tiene la sociedad sobre ella misma. Creo que el teatro es el lugar donde la gente “se piensa a sí misma” al verse reflejada en el escenario.  

En Buenos Aires, forma parte del grupo experimental de teatro (ETEBA), que comparte con Augusto Fernández, Carlos Moreno, Héctor Bidonde, Helena Tritek y Franklin Caicedo, entre otros. Nace la obra La leyenda de Pedro, en la que Lito hace de Peer Gynt y sale de gira a los festivales de Florencia, Berlín, Nancy. Posteriormente es becado y estudia con Lee Strasberg, quien lo lleva a la famosa escuela de teatro Actors Studio.

¿Cómo fue el proceso para encontrar tu manera de contar historias?
- Fue un proceso paulatino en el que pude mezclar la realidad del teatro. Cuando digo: “Me llamo Lito, pero ahora estoy haciendo de Peer Gynt”, sólo me pongo la peluca y soy Peer Gynt. Son maneras de contar, en donde yo no me oculto, sino que digo “yo soy yo, pero, cuando hago esto, soy yo haciendo como si fuera Peer Gynt”. Ahí me introduje en todo el tema del “como si fuera” y me di cuenta de que, en general, el ser humano vive “como si”. Un tipo que va a buscar trabajo actúa como si fuera un hombre inteligente y un buen empleado, sino no consigue el trabajo. Entendí que, desde que empieza a tener vida social, el ser humano hace muchas cosas “como si”.

A Robert De Niro le has elogiado su invisibilidad en la actuación, es decir, el hecho de no aparecer como actor, sino que el personaje aparezca a través de él…
- Exacto. La idea es: “Yo soy invisible para que aparezca el personaje”. Por ejemplo, cuando uno ve el trazo de un pintor, se dice “¡qué bien pinta!”, pero lo que quiero ver yo es la rama del árbol. Por decirlo de alguna manera, el trazo es invisible, porque lo que para mí prima es lo que el pintor nos quiere contar, que es la rama de ese árbol. Entonces, cuando De Niro hace Raging Bull [Toro salvaje] y engorda para el rol, yo veo al personaje, pero de la manera que lo cuenta De Niro. Pero tan perfecto es lo que hace, que el personaje ingresa en mi imaginación de espectador, y De Niro desaparece. Los dos tenemos una gran pasión por la actuación. Él me decía que “el tema era soltar los cinco sentidos a la luz”, dentro del “como si”. Por lo sentidos entran las impresiones; la cabeza elabora, no digita la realidad, la clasifica, y esa realidad clasificada va a la emoción y luego sale por los sentidos, que son la fuerza de la vida. Los sentidos al entrar a la realidad te producen reacciones, esas reacciones cuentan como pensar la realidad. Entonces las reacciones de Hamlet no son las mismas que las mías, pero yo reacciono como si fuera Hamlet.

Es la fe poética que tiene uno en el rol actoral del otro…
- El artista es invisible porque lo que quiere mostrar es la realidad. No se quiere mostrar él mismo, sino el egocentrismo aparecía demasiado en escena. Entonces, se dice: “que bien actuás, que bien cantás, que bien pintás”, pero eso no me importa, porque yo sólo quiero ver qué cuento me querés contar.

Dice Alejandro Dolina en Crónicas del Ángel Gris:
“Existen pocos datos acerca de los Narradores de Historias. Nunca se supo de donde venían aquellos hombres vestidos de negro. Llegaban en bicicleta al anochecer y recorrían la plaza canturreando un pregón suave.
 Historias, historias… ¿quién quiere oír una buena historia?”

¿Cuáles son las historias que te interesan contar?
- No lo sé. Creo que en cada época de mi vida aparecieron necesidades. Como ahora apareció la del tango –la del sueño del milonguero–, cosas que ni pensaba. Pero de pronto, un día recordé que mi padre se puso corbata negra el día que murió Gardel y no se la sacó nunca más, y también que mi madre bailaba maravillosamente el tango. Me dije que le iba a hacer un homenaje a mi viejo, porque se vestía y se peinaba como Gardel. Al aparecer esta necesidad de hacerle un homenaje, apareció la manera de articularla: bailando. Y me pregunté ¿Cómo lo rodeo de textos que digan por mi lo que yo quiero decir? Entonces tomé textos de Dolina, Borges y Fontanarrosa que expresaban lo que pensaba de una manera más poética y más contundente de la que puedo expresar con mi gramática o con mi lenguaje.

 Contar una historia a través de los otros…
-         A través de los otros, porque necesito un valor literario que yo no tengo y lo tienen ellos. Entonces tengo que tomar aquello que expresa mejor lo que me pasa. Podemos hablar sobre la muerte, pero Borges dice: “La muerte es una costumbre que suele tener la gente”. Nombra a la muerte de una manera tan particular que si bien es un pensamiento que lo tomé como propio, jamás podría expresarlo de esa manera. Lorca dice: “Tenía tanta alegría, que me cabía el campo en la boca”. A partir de esto se construye un valor literario.
El teatro nos brinda la posibilidad de poder imaginarnos otras vidas, proyectar historias, hacernos pensar, emocionarnos y crear la mejor versión de uno mismo junto a los otros.