El destino quiso que la familia Suffern Quirno abriera una sucursal en La Plata para vender los motores Perkins que comercializaba. Entonces allá por 1967, Martín y Elina, quienes vivían en Capital Federal, decidieron trasladarse y seguir construyendo sus vidas en nuestra ciudad. Algunos de sus amigos, Pedro “Cacho” Grossi, Osvaldo Beti y Miguel Ángel Salvador, los acercaron a La Plata Rugby Club.
La pasión de Martín Suffern Quirno por el rugby y por La Plata Rugby se desarrolló de una manera integral: como un esforzado pilar en la cancha; luego como entrenador de juveniles y del plantel superior de la Primera División, y de la Selección Juvenil de la URBA; como parte de la comisión directiva del club, en donde fue analista del juego y transmitió sus conocimientos. Pero, sobre todo, se resalta la generosidad con la que transmitió su capital humano y los valores que supo sembrar.
Su participación en el mejoramiento de las canchas; en brindarse hacia los demás para crecer juntos y compartir la alegría de la camaradería –con el lema “ante la adversidad dientes apretados”–; en colaborar con todo aquello que pudiera hacer más grande a su lugar en el mundo y en ayudar a preservar una historia que le diera una identidad al club, fueron muy importantes para la institución. Él fue el creador del “símbolo del roble” que representa a La Plata Rugby Club.
Martín nos dejó hace algunos años, pero su legado continúa. Muchas personas han tomado la posta para continuar con el crecimiento del club, uno de ellos es su hijo: Dimas Suffern Quirno, capitán de la Primera División.
En una carta abierta al club, Dimas empieza diciendo:
“Me levanté el domingo en Gonnet y lo primero que hice fue darle un gran abrazo a mamá y agradecerle por haber elegido, allá por la década del 70, junto a mi viejo, venir a vivir a La Plata y, en ese cambio, haber elegido a La Plata Rugby Club, mi casa”.
Ese domingo que menciona Dimas era muy importante. Luego de que el club fuera designado como sede de las instancias finales del torneo de la URBA 2010, La Plata Rugby derrotó en semifinales a Hindú, tetra campeón del torneo, y se preparaba para jugar la final contra San Isidro Club (SIC). La historia ya es conocida: el SIC derrota a La Plata y se consagra campeón.
En el tamiz de Dimas, a pesar de la tristeza por la derrota, queda mucho más.
“La idea es que somos parte de un proceso que viene de muchos años atrás: debemos seguir subiendo escalones como institución, como personas, como jugadores, seguir creciendo en lo “rugbístico” y en la infraestructura, ya que hay que terminar las habitaciones proyectadas, mejorar las instalaciones del buffet y el quincho; y todo esto es más fácil si está acompañado por un buen momento en lo deportivo.”
La designación para ser sede en las instancias finales del torneo fue un gran desafío. Todos dieron lo mejor de sí para que la representación del club fuera la mejor posible y estuviera a la altura de las circunstancias.
“Mucha gente que estuvo siempre y mucha que se acercó para colaborar trabajó el doble de lo habitual. Los juveniles venían a pintar los vestuarios; los “Pelusones” (los chicos de “chapería”), trabajaron casi 12 horas diarias para pintar las líneas de las canchas y cortar el pasto; la intermedia y el resto de jugadores también ayudaron a cualquier hora durante las 3 semanas de sparring; incluso aquellos que fueron a concentrar como reserva y ni siquiera fueron suplentes”.
También fue muy importante, en distintos aspectos, el aporte de los ex jugadores.
“La importancia de tener a alguien con la experiencia de Germán Llanes en su función coordinadora y con la idea de entregar en el campo sus conocimientos sobre el juego; a Matías Zuccheri, como entrenador y médico colaborador; al “doble” Camilletti con el scrum, a cochi Pellicena como entrenador de pases, a Oriozabala, que siempre da una mano; al mono Meneses; a Agustín Carrara; a Rolo Porreca, que hace couching y, a su vez, es nutricionista; así como tantos otros”.
La voz del capitán refleja un sentido de pertenencia hacia el club, que quiere expandir a los demás. Un llamado para que ex jugadores vuelvan al club y continúen con la cena de las camadas, para que cada uno, desde su lugar, utilice las instalaciones, asista a los partidos de la Primera y colabore desde sus conocimientos personales
La idea es vivir el club para que forme parte de uno, y uno forme parte del club, y sentirse así parte de un todo.
“Quizás no nos damos cuenta de lo que generamos quienes jugamos en Primera en un chico de Menores de 15 o cuando ayudamos en una división Juvenil. Es muy bueno que te puedan ver jugar en Preintermedia o en Primera llevando a cabo algo de lo que les intentas explicar. Es una forma de devolverle al club algo de lo tanto que nos dio”.
El orgullo de ser “Canario”
La pasión que refleja un deporte esencialmente amateur, como el rugby, es latente en los valores del día a día.
“Cuando uno juega, trata de hacerlo de la mejor manera. Uno de los mensajes que trato de dar es que en la semana nos tenemos que preparar para explotar el sábado todo lo que hayamos entrenado. El lunes, ir al gimnasio, estar bien hidratados, tener una buena semana de entrenamiento, descansar bien; todo con el objetivo de llegar a los partidos de la mejor manera”.
“Se necesita humildad, sacrificio y horas de laburo para mejorar en lo grupal, en lo individual, en el entrenamiento invisible que te hace progresar y enchufar al que tenés al lado y hacer que quien esté afuera forme parte también. Dar el ejemplo. Que vean que te matás entrenando para mejorar día a día. Que seas un espejo para que los chicos se reflejen y aparezcan las ganas de querer pertenecer y jugar, algún día, en la Primera”.
Aquellas caras pintadas de amarillo, las lágrimas de la derrota, el aliento de la gente y la vuelta a casa con el sabor amargo de la impotencia no fueron en vano.
“Esta vez, las cosas se dieron así. Para ganar, tal vez, primero hay que perder. Haber visto al club ese sábado en la final no puede ser otro que un mensaje que nos dice que este debe ser el camino a seguir. Es verdad, no se ganó un título, pero se ganaron muchas otras cosas, porque ser amarillo no es compartir solo un color, es compartir la historia, el arraigo, las penas, las alegrías y las enseñanzas”.
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